lunes, 31 de diciembre de 2018

¿LA VIEJA EL MONTE?



Muchas opiniones se han vertido sobre La Vieja El Monte estos últimos días en redes sociales, evidentemente dos son los posicionamientos, los que apuestan por la evolución y los que preservan la tradición. Entre los primeros, destacan opiniones como que no aceptar a La Vieja El Monte es una falta de respeto hacia mucha gente que está trabajando por León. Y no, no es una falta de respeto, todo lo contrario, el respeto hacía esa gente trabajadora es total, pero si este trabajo se basa en la mentira, aunque sea piadosa, habrá que hacerlo constar.

También encontramos opiniones en las para defender la nueva versión de La Vieja El Monte se acude a comparaciones extremas, Papa Noel, y no, Papa Noel es una tradición de las culturas nórdicas, no es un invento ni de los anglosajones ni de las culturas latinas.

Para quienes defienden las tradiciones, el leonesismo ya tiene una entidad propia, con legado histórico y reconocimiento público y notorio, no hace falta inventar nada. León es más que un nombre propio, León tiene su historia, su castellano singular, sus leyendas y tradiciones, suficiente material como para estar orgulloso de ser leonés sin necesidad de aditivos fantasmas.


Miguel A. Valladares

¿La vieja del Monte?

Para empezar no se llamó nunca “La Vieja del Monte”, sino “La Vieja el Monte”.

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Ahora León / Cultura / La vieja de Monte / Leoncio Alvarez
Hijos del pueblo de la Puerta, lugar anegado por el embalse de Riaño, desde su diáspora y destierro claman contra el montaje que se hace de esta figura mítica, cuya verdad nada tiene que ver con lo que trasmiten televisiones, radios y demás medios de comunicación. Algo que denuncia el Pastor de las veceras, Leoncio Alvárez, en consonancia con otros antiguos vecinos de la montaña como los hijos de Eusebio y Avelina, actualmente desterrados en La Nava, Paz y Lauriano padres de Toti, Santiago el de Leandro y su hija Maruja. Personas mayores que ven con pena como se manipula una figura que fue para ellos muy importante, en su infancia y siempre.
Para empezar no se llamó nunca “La Vieja del Monte”, sino “La Vieja el Monte”. La están convirtiendo en un montaje navideño, sin tener nada que ver con estas fechas, por lo que quieren recuperar la verdad y que no se manipulen las tradiciones, pues es una falta de respeto al recuerdo y a quienes vivieron en ese mundo de mitos y sentimientos. Más absurdo querer comparar esta figura mítica con papá Nöel o santa Claus.
Los niños y niñas de la montaña, en concreto de los montes de Hormas, vivieron una infancia muy ligada al pan de la Vieja el Monte, pues así se conoció: “El pan de la Vieja el Monte”. Algo que sucedía o bien al comienzo del verano o del otoño, ¡nunca en las fechas de la Navidad!, ¡jamás!, sino cuando iban los vecinos del pueblo en unos casos a recoger leña y trambos (restos de roble caídos) que se ronchaban para llevar a los carros, e ir a a la hoja, podando ramas (coloños) que se daba a las ovejas y la rama se usó para prender la lumbre. En primavera para segar los prados, el de  Leoncio en La Salsa
Las niñas y niños esperaban que regresaran sus padres y familiares para comer el pan de la Vieja el Monte, que llevaban en una fardela (donde llevaban la comida para pasar la jornada) A veces con algo más que hubiera sobrado, pero ¡el pan!, un pan que les supo siempre de una manera especial. Era un sentimiento, que perdura, porque  “era una esencia”. “¿Por qué?, no lo sé”, explica Leoncio. Aquel rito marcaba una etapa de la vida, pues esperaban dicho pan cuando por edad no podían ir al monte. Luego ellos participaban de traerlo con sus mayores a los guajes del lugar.
   Leoncio entre Avelina y Carlos Alonso.
Hoy, quienes vivieron aquello, sienten rabia e impotencia porque adulteran ese sentimiento, esa tradición que quieren manipular ignorando la realidad y falsificando los hechos impunemente y de manera masiva. Quieren convertir esa figura en algo más del consumo, deformando lo que fue. ¿Cuando se subió al monte con madreñas?, como sale esta figura caricaturizada y ridícula en las televisiones. Se usaron los escarpines, botas, las de ir al monte, que cuando eran muy buenas se decía “botas de piel de hierro”.
Es preciso denunciar la falta de respeto a las tradiciones y a las personas que vivieron con ese mito, como en otros lugares pudieron ser otros. En este caso nada que ver con la Navidad. Nunca se plantearon si existía o no, porque no fue la vieja el monte lo importante, sino su pan. Como dice Nato (Fortunato), el último rabelista de la montaña: “Hambre no pasamos, pero necesidades ¡muchas!”
La fiesta que sí celebraron en las Navidades fueron la de los Reyes Magos, lo que  marcó la infancia entre creer en ellos y luego saber que son los padres. Se hicieron los Autos de los Reyes Magos, algo muy importante en la festividad de entonces, como lo fue la Misa del Gallo. Los curas invitaban a chocolate. Se cantaban canciones de manera colectiva, los cantos “O reis”: “Los Reyes son…

Leoncio de niño con su tio Victoriano

Todo lo que se cuenta de esta tradición es un atentado a la cultura, que expanden publicistas y promotores que quieren hacer de la montaña un objeto de consumo para el turismo, como cuando se anuncian los “fiordos” de la montaña. Todo un dislate y una falsedad.
Desde su pasado mucha gente pide que la información sea fidedigna. Distorsionar la imagen de los recuerdos es sepultar la historia, la realidad y convertir a las futuras generaciones en tontos que consumen al ritmo de la publicidad… engañosa. Y, sobre todo, causa mucho dolor en quienes llevan aquellos momentos en su corazón.
Quiere Leoncio recordar algo que dijo Darío Fo: “Necesitamos urgentemente locos, contra el dinero, el Poder y la mentira que gobiernan el mundo.


Las montañas leonesas esconden el secreto de la Vieja el Monte

Una figura mitológica de la montaña leonesa se ha convertido en “montaje” navideño. A través de las palabras de un vecino de La Puerta, Leoncio Álvarez, descubrimos la auténtica tradición del pan de la Vieja el Monte.

Municipio de La Puerta, zona típica de La Vieja el Monte
No es Papá Noel ni los Reyes Magos. No trae regalos, ni tiene cabalgata. La Vieja el Monte es una figura de la mitología de la montaña leonesa que tiene una historia y una tradición que nada tiene que ver con la Navidad.
Varios vecinos de La Puerta, municipio leonés perteneciente a Riaño, entre los que destaca Leoncio Álvarez han manifestado a través de un escrito su preocupación y enfado sobre el “montaje navideño” que se está haciendo de su herencia cultural. Leoncio ha contado a NoticiasCyL la verdadera historia de la mal llamada “Vieja del Monte”.  Si empezamos por el principio, se llama “Vieja el Monte” y ahora “nos hacen creer que viene por Navidad, solo por el dinero y el consumismo”.
La tradición se encuentra en el “pan de la Vieja el Monte”. Leoncio recuerda sus raíces de cuando era niño que los mayores se levantaban a las cuatro de la mañana para ir al monte, en esta zona a La Salsa o al Valle de Hormas. Al volver, antes del anochecer, los pequeños esperaban con ansía el pan de la Vieja el Monte. Además, nos cuenta que se oía que el pan que traía sus padres en el zurrón o en el fardel  “les sabía a gloria”. De niños pensábamos que era de La Vieja el Monte, pero ahora de mayores valoran que su padre se guardara un trozo de su almuerzo para sus hijos.

Leoncio de niño

El pan solo es un símbolo porque la Vieja el Monte les podía sorprender con otros alimentos como chorizo o avellanas.
La nieve azota con fuerza en los inviernos a las localidades de la montaña leonesa. Por eso, como nos señala Leoncio, aunque con más confianza ya le podemos llamar Poncho, que al monte se iba en verano o en otoño a recoger leña o restos de robles caídos que se llevaban hasta los carros. Más tarde, en primavera se iba al campo a segar, pero en pleno invierno “jamás” se iba al monte. “Con las nevadas en Riaño como iba a bajar la Vieja el Monte”, explica desesperante Poncho.
Como recuerda Leoncio, en aquella época todos bajaban juntos del monte por la seguridad de los carros. También por el camino se atrapaban ramas para prender la lumbre o salgueras para las ovejas. “Todo se recicla en el campo y nosotros éramos los guardianes del monte”.

Ilustración de Berto Álvarez Peña

Si volvemos al presente con la “Vieja del Monte” vestida de “manolete” paseando dentro de una cabalgata y con regalos para los niños es “un gran insulto a las tradiciones y a las costumbres”, manifiesta Leoncio. La verdadera Navidad se encuentra en los Reyes Magos, en los villancicos, en la montaña leonesa siempre cantados con diminutivos “el niñín jesusín”, y con la misa del gallo.
A los niños y niñas de la zona no les importaba si la Vieja el Monte existía o no, simplemente esperaban su pan cada día. Es una tradición del Reino de León que que se debe mantener su esencia.
Leoncio reconoce que esta cultura es una “experiencia compartida con mucha gente” y no quiere desperdiciar este momento para agradecer esta historia a su padre. Como él mismo lo define, es un hombre que no quiso volver jamás al valle de Hormas, después de pantano,  y a sus primos, junto a todas las personas de la montaña leonesa que luchan para que no se distorsione ni se invente una nueva Vieja el Monte.

sábado, 1 de diciembre de 2018

A TODO GOCHO LE LLEGA SU…



A TODO GOCHO LE LLEGA SU…
La matanza se podría considerar el arte de aprovechar todos los componentes del gocho con la finalidad de alimentar a los miembros de la familia durante un año, incluidos el perro (algún hueso le tocará rucar) y el gato (siempre le caen varios restos a la hora de comer). Es una tradición muy extendida y antiquísima, transmitida en el núcleo de las familias sin apenas variaciones ni avances tecnológicos; como tal, exige un ritual o protocolo que es obligatorio observar cuidadosamente.

En nuestro pueblo de La Puerta, en la década de los 70, al igual que en muchos otros, es un acontecimiento social donde se reúnen miembros de varias familias (de todas las edades) para realizar las tareas de forma colectiva, incluidos los más pequeños, colaborando en sencillas encomiendas: sujetar al animal por el rabo (broma reiterada), traer o llevar algo (utensilios, herramientas y recados a las mujeres), espantar al perro  (siempre expectante), etc. Para los niños llega a ser un día muy especial, convives con primos de todas las edades y presta estar con ellos, a pesar de las rabias que nos hacen los mayores, jugando hasta bien entrada la noche (si los progenitores se divierten, charlando y cantando, acompañados de licores en suficientes cantidades).


En todo el proceso se observa una seriedad extrema y un sobrecogedor respeto por el sacrificado, efectuando las tareas de expiración rápidamente y por el ejecutor más especializado; en La Puerta se contaba con la reputada profesionalidad de Fidelín (por su complexión) para tales menesteres, aunque también había vecinos que se mofaban por alguna actuación en la que había errado.

Todo está planificado, aunque no lo parezca, pues la empresa es tan importante que la manutención familiar depende primordialmente de esta actividad y no creo estar exagerando ya que todos conservamos en nuestra memoria sabores únicos de productos porcinos en cada comida: los cocidos acompañados de morcilla, costilla y tocino fresco, el almuerzo con torreznos y chorizo frito, la merienda con chorizo ahumado o tocino untado en una rebanada, la cena rematada con el jamón curado, las patatas o el arroz con costilla adobada, etc.

La organización se inicia con bastante anterioridad al día del sacrificio, siendo preciso analizar varios factores: cuántos cerdos se necesitan (uno o dos) y su tamaño (grandes o medianos) que dependerá de la cantidad de los miembros de la familia (no se contemplaban otras opciones: presencia de colesterol, personas vegetarianas, alimento light, etc.); también hay que decidir cómo se adquiere el gorrino: puede separase un gochín de una camada propia (en casi todas las casas había una madre de cría), otras veces se compra un cochinillo y se ceba expresamente, algunos compran un cebón, etc.

En cada uno de esos casos es muy importante considerar el plazo (5 o 6 meses) que se necesita para que el animal llegue en su peso óptimo; durante este tiempo vive aislado en su cubil, pero su presencia se percibía de inmediato en el ambiente vacuno. Allí, ajeno a su fatal destino, pasaba sus días en soledad, degustando los productos frescos del huerto (remolachas, nabos, gamones) y las raciones elaboradas a base de patatas cocidas, salvaos y pulpa, servidas diariamente en su artesa. A ésto contribuíamos especialmente los niños en las primeras fases de crecimiento pero enseguida desistíamos por su repetición y exigencia de cuidado.


Por otra parte hay que hacer acopio de ingredientes para elaborar las masas y adobos de chorizos y morcillas, la cura de jamones y brazuelos, además de la conservación de otras viandas: orégano de las peñas (recogerlo en verano y ponerlo a secar), pimentón (adquirido en tiendas de Riaño o la feriona de noviembre), cebollas del huerto (implica sembrarlas previamente), sal, tripas de compra (por si acaso no llegan con las del inmolado) y otras sustancias para satisfacer el propio gusto del consumidor final.

También se debe revisar la máquina de hacer chorizos y sus componentes, preparar las herramientas de corte (cuchillos varios, piedras, hachinas), inspeccionar elementos de madera (varales, mesa, gamellas, artesas), localizar los cuelmos (igual se los ha llevado algún ladronzuelo), etc. En caso de olvidos e imprevistos no supone ningún problema pedir prestado algo a un familiar, vecino, amigo, etc.

Por supuesto, si hubiera elementos defectuosos o deteriorados serán reparados o sustituidos por otros nuevos o de segunda mano, ya sean comprados o de elaboración propia; casi todos los varones eran curiosos en las tareas artesanas, quizás por necesidad más que por habilidad.

Duermo en el piso superior, tapado hasta la coronilla, en posición fetal, sujetando las mantas contra mi cuerpo, la cama calentita (creo que no me he movido en toda la noche), una oreja encajada en la almohada, me despiertan los gruñidos de un gocho, se perciben nítidamente, se halla en la cercanía y ello me indica que ha llegado el día de San Martín.

Jesús (el mediano de Toño y Enedina).


viernes, 9 de noviembre de 2018

NUESTROS EMIGRANTES (3) LA FAMILIA MORENO DIEZ



NUESTROS EMIGRANTES (3)

LOS MORENO DIEZ DE LA PUERTA


La familia Moreno ya está documentada como residente en La Puerta  en el siglo XVII, Juan Moreno y María Díez son los primeros documentados. Es el siglo XVIII, 1752, cuando se elabora el Catastro de Ensenada Juan y María ya habían fallecido, en cambio dos de sus hijos siguen residiendo en el pueblo: Juan y Marcos. De Juan Moreno se dice que cuenta con 38 años de edad, es decir, nacido en 1714, estaba casado con Manuela Alonso y no tenían descendientes en el momento de la elaboración del Catastro, aunque más tarde tendrían 4 hijos. De su hermano Marcos Moreno sabemos por el citado documento que en 1752 tenía 32 años, nacido en 1720, estaba casado con Francisca Rodríguez y tenía en ese momento 5 hijos: Francisco, Manuel, María, Juan y Juana.

Primera página del Catastro de Ensenada correspondiente a la Villa de Riaño.

Estas dos ramas de la familia acabarían desapareciendo de los registros de La Puerta, siendo en 1908 en donde aparece el último registro referente a esta familia. Principalmente el apellido se traslada a Riaño a través de ciertos matrimonios, e incluso hoy en día los descendientes de Juan Moreno siguen residiendo en Riaño y pueblos limítrofes. 

Nuestros emigrantes del presente trabajo son descendientes de la rama de Juan Moreno Díez, un hijo de este Manuel, contrajo matrimonio en primeras nupcias con Francisca Sierra Posada natural de Riaño, fruto de este matrimonio nacerían 6 hijos. Tras enviudar se volvió a casar con María de la Fuente Fernández natural de Carande, con quien Manuel tuvo otros 6 hijos más.

Valentín Moreno de la Fuente, el benjamín de la familia, nacido en 1805 es el padre de nuestra pareja de emigrantes. Valentín se casó con Lorenza Díez Álvarez, natural de La Puerta, el matrimonio tuvo 7 hijos: Ana María, Francisco, Mª Manuela, Rosa, Concepción, Benito y Cecilio. De ellos, Rosa y Cecilio son los que tomaron la decisión de emigrar.

Rosa Moreno Díez nació en La Puerta en 1844, se casó en 1867 con Pedro Sierra Miguel natural de Riaño, la pareja residió en Riaño y tiene registrados 7 hijos en la montaña, algunos de sus hijos aparecen bautizados en La Puerta y otros en Riaño: Andrea (1873), Indalecio (1876); Inocenta (1878) y Josefa (1884) aparecen en La Puerta y Asunción (1881); María (1882) y Lucas (1886) en Riaño. Asunción, María y Lucas fallecieron a edad temprana.

Hoja del Censo de 1895 correspondiente a la Capital Bonaerense.

A ciencia cierta desconocemos la fecha de su partida, pero todo hace indicar que esta es posterior al fallecimiento de su último hijo Lucas, enero de 1887 y anterior a 1895, fecha en la que aparecen en el Censo Argentino residiendo en Buenos Aires, capital de Argentina.

Según este Censo la familia reside en la Capital Federal y en ese momento la familia la componen Pedro Sierra con 55 años; Rosa Moreno de Sierra con 47; Andrea Sierra Moreno 21 años; Inocenta Sierra Moreno con 17 e Indalecio Sierra Moreno con 19. Desconocemos igualmente la suerte de Josefa, que debería tener 11 años, además, el censo declaran que el número de hijos que tuvo el matrimonio es de 10.

Cecilio Moreno Díez nacía en La Puerta en 1856, se casa en Éscaro el 1 de septiembre de 1878 con Juliana Gutiérrez Díez, hija de Estanislao Gutiérrez y María Díez, todos naturales de Escaro.


        
        

Registro de matrimonio de Cecilio Moreno y Juliana Gutiérrez 


El matrimonio fijó su residencia en La Puerta, en donde en 1879 registraban el 24 de mayo a su hija Bernardina. También desconocemos la fecha de su partida, pero sabemos que en 1882 ya residían en Argentina, ya que en esa fecha nace su hijo José,  más tarde nacerían Florentina (1884), Daniel (1887), Cecilio (1888) y Fausto (1891).


    Hoha del Censo argentino de 1895


En 1895, Según el Censo de la Provincia Argentina de Buenos Aires, la familia Moreno Gutiérrez estaba avecindada en la ciudad de General Dorrego, al Suroeste de la Provincia, se dedicaba a la crianza, y el hogar estaba compuesto por el matrimonio y 6 los hijos ya mencionados, por el mismo documento sabemos que además de estos otros 3 hijos más fallecieron por diversas causas, ya que acreditan ser padres de 9 hijos.


Registro Bautismo en Tres Arroyos (Argentina) de Daniel Moreno Gutiérrez.

El caso Cecilio Moreno es un claro ejemplo de la política llevada a cabo por el Gobierno Argentino. En el periodo 1881-1890 emigraron a Argentina 134.492 españoles, en su mayoría se trataba de familias enteras que acudían a una llamada gubernamental en la que daban todo tipo de facilidades y comodidades para instalarse en Argentina. Entre estas familias pioneras hay varias pertenecientes a nuestro entorno, y fueron estas las que más tarde hicieron uso de la Carta de Llamada para facilitar la entrada de otros.

En un principio, tras su llegada a suelo argentino, las familias residían temporalmente en el llamado Hotel de Emigrantes, allí se les ofrecía alguna concesión o se les daba un tiempo para buscar otro tipo de destino. A los primeros llegados, el gobierno intentaba fomentar el asentamiento de estas familias en determinados lugares deshabitados para explotar esas tierras. En el caso de algunas de nuestras familias, son muchas las que se asentaron en la capital, pero también las hay que se asentaron principalmente al Oeste y Suroeste de la Provincia de Buenos Aires, en la que el gobierno desarrolló una amplia red ferroviaria con el fin de comunicar y dar salida a toda la producción de las nuevas explotaciones.

Hotel Inmigrantes Buenos Aires.jpg
Antiguo Hotel de Emigrantes en el Puerto de Buenos Aires.

Hubo varios tipos de colonización, en las que el emigrante recibía gratis o a un precio bajo la tierra, animales, herramientas, víveres y materiales de construcción. Otro tipo de colonización contemplaba una concesión privada con el compromiso de explotar la concesión y pagar una cuota a cambio. Como ejemplo de este proceso, los inmigrantes de la Colonia San José, en la Provincia de Santa Fe, en la que viven familias originales de Éscaro, Riaño y La Puerta, recibían de 10  a 6 cuadras de tierra (una cuadra equivalía a 1,5 hectáreas), 100 pesos para objetos de primera necesidad, 4 bueyes, 2 caballos, 2 vacas lecheras con cría o preñadas, madera, leña y manutención durante un año.

    La fotografía es de 1910 y corresponde a los primeros asentamientos de emigrantes españoles en el Sur de la    Provincia de Buenos Aires. Recibieron los materiales de construcción para sus viviendas y construyeron como sabían, como siempre habían hecho en su tierra.


Otro buen ejemplo de Colonización, y con representación montañesa, lo tenemos en Lobería, una ciudad al Sur de la Provincia de Buenos Aires, cuya fundación oficial fue en 1891. Lobería era un descampado en plena Pampa que se fue poblando de emigrantes, entre ellos gente de Burón, de La Puerta, Riaño, dueños de concesiones que, mediante la propia organización de comisiones entre vecinos, fueron levantando almacenes, escuelas y otros edificios públicos. Lobería en la actualidad ronda los 13.000 habitantes. Tandil, Tres Arroyos, Balcarce, San Manuel, Rauch, Laprida son otras lugares con representación montañesa.


Lugares en donde se instalaron familias de Éscaro, Riaño y La Puerta



MIGUEL A. VALLADARES ÁLVAREZ






martes, 30 de octubre de 2018

PA’ LA CAMA, NINES.



PA’ LA CAMA, NINES.

En las largas y frías sucesiones de tardes y noches de otoño e invierno el tiempo discurría lentamente al calor de la permanente lumbre que caldeaba las cocinas de cualquier casa de nuestros pueblos montañeses: algún rapacín tumbado en la templada trébede, varones adultos respanchinaos en el escaño, mujeres “aprovechando el tiempo” (siempre haciendo alguna tarea) y otros componentes de la familia sentados alrededor de una mesa. 

De vez en cuando, surgía algún momento propicio para efectuar diversas actividades en familia y, en ocasiones, se aprovechaba para transmitir conocimientos y cultura de los padres y abuelos (era habitual que conviviera alguno en el hogar) a sus descendientes. En el caso de los ancianos su papel ha sido fundamental para divulgar nuestras tradiciones oralmente, pero he notado que cada uno tenía sus cometidos: los varones solían contar historias y anécdotas, mientras las mujeres se centraban más en oraciones y canciones, aunque todos practicaban las adivinanzas y acertijos, con la clara finalidad de fomentar la inteligencia de sus vástagos (evidente afán de ser superados), además de trabalenguas para corregir algún defecto del habla. A veces, mi abuela me exigía demasiado:
Debajo un carro, había un perro;
vino otro perro y le mordió el rabo;
¡pobre perrito!, ¡cómo lloraba!, por su rabito.



Aún recuerdo a mi madre, con su hijo pequeño sentado sobre las rodillas y agarrado por sus manos, moviéndole hacia adelante y atrás, mientras le cantaba:
Aserrín, aserrán, 
maderitos de San Juan,
los del rey, sierran bien, 
los de la reina, también,
los del duque, maderuque, uque, uque, uque….

Cuando ya estaba medio mareado, le cogía en brazos y susurraba una preciosa nana al tiempo que le balanceaba suavemente y le miraba con esa ternura propia de las mamas:
Este niño tiene sueño,
tiene ganas de dormir,
un ojito tiene cerrado
y el otro no lo puede abrir.
Ea, Ea, Ea,…
Duérmete mi niño,
duérmete mi sol,
duérmete pedazo
de mi corazón.
Ea, Ea, Ea,…

Una vez dormido en su regazo, nos invitaba, a los dos hijos mayores, a trasladarnos al piso superior (“pa’ la cama, nines”) y allí proceder al ritual de acostarse; nos hacía recitar dos sencillas oraciones que nos infundieran seguridad y tranquilidad durante el sueño. A Miguel Ángel le tocaba ésta: 
Cuatro esquinitas tiene mi cama,
cuatro angelitos que me la guardan:
dos a la cabeza, dos a los pies
y la virgen mi compañera es.
Y a mí otra muy conocida:
Ángel de mi guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
no me dejes solo que me perdería.



He de reconocer que a veces (incluso por el día) miraba a mi alrededor para comprobar su posible presencia en las inmediaciones.

Posteriormente, nos solicitaba recitar juntos una jaculatoria que solía ser objeto de chaza por mi nombre:
Jesusito de mi vida
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto
y te doy mi corazón;
tómalo, tuyo es y mío no.
Y para finalizar, un escueto rezo que dio origen a un famoso chiste:
Con Dios me acuesto,
con Dios me levanto,
con la Virgen María
y el Espíritu Santo.

Algunas noches, el chiquitín se despertaba; entonces, mi madre se colocaba al lado de la cuna y, mientras la mecía, le cantaba suave y dulcemente una relajante nana religiosa:
Arrorró corderito divino,
arrorró corderito de amor.
Así le cantaba la virgen
a Jesús nuestro redentor.
Ay lala lala…
Arrorró corderito divino,
arrorró corderito de amor,
arrorró duérmete vida mía,
arrorró duérmete corazón.
Así le cantaba María
a Jesús, nuestro redentor.
Ay lala lala...

Siguiendo este protocolo, cualquier madre o abuela acababa cansada y, por tanto, había que dormirse o hacerse el dormido para que no me canturrearan en tono airado e, incluso, amenazante:
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te llevará.
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá.

Jesús (el mediano de Toño y Enedina).


miércoles, 3 de octubre de 2018

NUESTROS EMIGRANTES (2) TOMÁS ROJO Y PAULA RODRÍGUEZ

NUESTROS EMIGRANTES

TOMÁS ROJO Y PAULA RODRÍGUEZ


Tomás Rojo Valbuena había nacido en Riaño hacía 1839, y en 1865 se casó en La Puerta con María Álvarez Álvarez, hija de Andrés Álvarez y Beatriz Álvarez, ambos residentes en La Puerta.

María Álvarez Álvarez había nacido en La Puerta en 1841, era la mayor de varios hermanos: Atanasio nacido en 1847, que más tarde se casaria con María González, natural de Riaño, abuelos de Ludivina, Felicidad, Priscila, Francisco "El Americano", Atanasio, María, Flora y Nieves. Otro de sus hermanos fue Simón nacido en 1849, del que nada más sabemos; Isidoro nacido en 1852, no se casó y falleció en La Puerta en 1937 a los 85 años de edad. El último hermano registrado fue Miguel Álvarez Álvarez, nacido en 1859, y más tarde casado con la tía Jerónima, y padres entre otros de Eloy, casado con Genoveva; Simón, María y Domitila, casada esta con el tío Fermín.

Tomás Rojo y María Álvarez se casaron en 1865, ella acababa de tener un hijo de soltera, Fidel Álvarez, que fallecio prontamente. Ya casados enseguida tuvieron descendencia y mala suerte, ya que al nacer su hijo Fidel Rojo Álvarez, fallecía ella en el parto.

Fidel Rojo Álvarez se casaría más tarde con María Antonia Díez Domínguez, fruto de cuyo matrimonio nacerían María Rosario (1891) y Socorro (1893), origenes de las familias de Fabriciano, Emilia, Julio, Fidel y Araceli en el caso de Mª Rosario y de Felicidad, Natividad, Esther, Elpidio y Fabio en el caso de Socorro. Fidel murió a los 27 años, antes de que naciera su segunda hija.

Hoja del Censo de 1895

Tras fallecer su primera esposa Tomás se volvió a casar en La Puerta, en este caso con Paula Rodríguez Pedrosa, nacida en La Puerta en 1847, e hija de José Rodríguez Valbuena y de Petra Pedrosa Álvarez. El matrimonio tiene registrados en La Puerta hasta 10 vástagos: Fructuoso 1873; Paula 1877; Margarita 1878; Cipriano 4879; Facundo 1880; Simón 1881; Estefanía 1882; Pedro 1883; Macario 1884 y una segunda Estefanía en 1886. Algunos de estos fallecieron prontamente, al menos tenemos conocimiento del fallecimiento de las dos Estefanías. Si tenemos en cuenta el censo de Argentina de 1895 también faltan algunos más que no residen con el matrimonio por entonces, en algunos casos, como Margarita, que ya figura casada en dicho año y residente en la misma localidad que sus padres.

Lugar donde se instalaron Tomás y Paula

Desconozco la fecha exacta en la que esta familia cruzó el charco, pero teniendo en cuenta que su hija Estefanía es bautizada en La Puerta en febrero de1886 y que su hija Cesaria nacía en Argentina en 1887 parece indicar que marcharon durante el mismo año 1886.

Tomás y Paula ya figuran en el Censo Nacional de Argentina de 1895, por entonces residían en la Pampa Central, no figuran con oficio, sino como hacendados, por lo cual intuyó que fueron agraciados con el reparto de tierras que llevó a cabo el gobierno argentino. Con ellos viven, a tenor de dicho Censo, sus hijos Fructuoso, al que 1903 se le reclama en España para hacer el servicio militar, Simón, Cesaria y Francisco.

Estos dos últimos ya nacieron en Argentina: Cesaria en 1887, y Francisco en 1890, por lo que en el momento del Censo tenían respectivamente 8 y 4 años. Sin noticias de los demás hijos, pudiera ser que alguno falleciera, o que ya no vivieran con sus padres, a excepción de lo ya sabido de Margarita; Paula ya contaba o contaría con 18 años; Cipriano 16; Facundo 15; Pedro12 y Macario con 11 años.



Poco más sabemos de esta familia, aparte de este Censo, en la que ninguno de sus integrantes volvio a la tierra de donde eran originales. Por los archivos argentinos a los que he podido acceder, tan solo tenemos alguna noticia de dos de sus hijos: Francisco, el pequeño de la saga, y de Simón.

Cédula de la boda de Simón Rojo Rodríguez

Simón Rojo Rodríguez se casó en 1910 con Josefa Maina, de origen italiano en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Ciudad de General Acha, Capital del Departamento de Utracán en la Pampa Argentina, por la cédula de su matrimonio sabemos que residía en el pueblo de Quehué, al norte de la Capital. Así mismo, consta en el libro de bautizos de la iglesia de General Acha el nacimiento de tres de sus hijas, Francisca y Clara Rojo Maina, bautizadas ambas el 26 de febrero de 1910 y Cesaria en 1914.

Registro matrimonio de Francisco Rojo Rodríguez

Francisco, el hijo menor, se casaba el 26 de abril de 1912 con Lucia Bi Biase, de descendencia también italiana, fue testigo de su boda su hermano Fructuoso. El matrimonio que residía en la localidad de Ataliva Roca, cerca de su hermano Simón, tiene al menos bautizados en en la parroquia de Santa Rosa al menos 4 hijos: Adela en 1914; Antonia en 1915; Francisco en 1916 y Fructuoso en 1917.

Quehué y Atavliba Roca, localidades donde residieron los hermanos Rojo Rodríguez.

MIGUEL A. VALLADARES ÁLVAREZ