DE LAS VECERAS
PASTOR
Pastor de veceras. Arreando libertades, deteniendo ignorancias. San Pedrín 2016.
Pastor en los montes comunales de La
Puerta. Aprendió de su abuela Ángela a cuidar la Rubia que estaba abocada a
parir, en la pradera de Pontaniella. También que cuando el sol se pone hay que
marchar a casa, aunque el pastor no entendía mucho que el sol se pusiera,
cuando en realidad se estaba marchando. El pastor continuó siendo pastor de
corderos por La Cuesta, también de jatos hasta Praocavao, de anojos en
Retollorán, pastor de ovejas por la Costaniella, Pozollao, Ridescaro, Los
Casares y a veces hasta boca La Salsa. Con la cabaña, (las novillas que pacían
en Hormas), las ordenanzas concejiles no
permitían ir (los pastores dormían en la chabola) Las yeguas bajaban
alguna vez en el verano y las subían hasta la Sierra los mozos a caballo,
bajando después al pueblo andando.
Pero donde el pastor ejerció su oficio
fue en la segunda vecera de La Puerta, a la que tenía que arrear por los
Cotorros hasta las Borías buscando los mejores careos por Peñasblancas,
Cuetosnegros, La Regera de Santa Marina, Camilñón, La Collada los Nuales. Y al
otro lado del río, por Barroso y el Villar, donde una vez el guarda le prendó
las vacas por dejarlas pacer en praderas particulares.
El pastor no estaba solo, le ayudaban
sus perros. Se acuerda de Reina, de Golfo, a los que bautizó con esos nombres
porque Ernsc Jürgem Brem, le llevó en Madrid a ver “La dama y el vagabundo”. No
se le olvida al pastor, al pastor de la Vecera, el careo de Saguas en agosto
cuando se juntaban las tres veceras del pueblo. Además de cuidar las vacas
andábamos a pandoso (pan de oso, vigurnum viburnum lantana, una planta)
No se le olvida al buen pastor, el pastor de las Veceras, el día que le
doctoraron Eusebio, su tío, y Las Magdalenas (tres hermanas solteras de más
ochenta años) al oírlas decir ¡que ganadero es este “rapá”!
El pastor con su hermano mayor por el camino del Andrinal, viniendo de esparder hierba del prao de Traslatorre. El fotógrafo fue Patricio Domínguez.
Al pastor, al pastor de las Veceras,
le siguen supurando las heridas de las aguas del pantano de Riaño que
inundaron todos estos parajes en los que vivió, pero le indigna mucho más la
sepultura bajo las sucias aguas del egoísmo, los intereses particulares y el dinero
que acabaron con los valores del colectivismo agrario, el pastoreo comunal, los
concejos y la participación de pastores y ganaderos en la vida del pueblo.
Leoncio Álvarez Álvarez.
Poncho