sábado, 17 de diciembre de 2016

JUEGOS DE LA PUERTA: CHORRO, MORRO, PICO, TALLO, ¿QUÉ?



CHORRO, MORRO, PICO, TALLO, ¿QUÉ?

Cualquier día de verano, tras el desayuno preceptivo, los rapaces salimos a la calle y cernolineamos en busca de aventuras; al final, solemos acabar delante de la casa de mi tía Carmen, donde correteamos niños (también ninas) de diferentes edades. Hoy hemos decidido jugar a “chorro, morro,…” y nos enfrentaremos “los del pueblo” contra “los de fuera”.

Para “hacer de juez” necesitamos un chaval maduro y “de fiar” ya que si se confabula con un oponente nunca acertaremos y, por tanto, permaneceremos “de burro” hasta que se descubra el engaño; además, debe hacer funciones de árbitro: verificar que los saltadores no tocan el suelo (apoyando un pie o mano) ni se desplazan (aunque sea disimuladamente) con la intención de proporcionar más espacio al resto de participantes. A la altura del pozo de su abuelo, aparece mi primo Toti, al cual convencemos para que ejerza la función descrita.

Comenzamos el juego, sorteamos quién se la queda (nos ha tocado) y su señoría se coloca de espaldas contra la pared, con las piernas abiertas ligeramente para que Alfredín se agache, encaje su cabeza y se agarre a cada uno de los muslos mientras apoya sus hombros contra ellos. Detrás, en la misma posición, nos situamos por este orden: Santiaguín, Ramón, Metrines, Manolín (de Pepón), Javi, el que suscribe y Miguel Ángel. Los más jijas (resisten menos) se les coloca delante y a los más fornidos al final ya que primero saltan los escuchumizaos (pesan menos) y los últimos en hacerlo son los más gruesos (su peso les impide elevarse y progresar varios puestos).


Empiezan a lanzarse los jugadores veraneantes: Josines (primo de Anselmín) se apoya en mi espalda y avanza hasta Ramón, al que se abraza para evitar la caída; Alejandro (de Emilia) realiza otro buen salto y aterriza sobre Metrines (se le flexionan las rodillas, pero aguanta), Javier (de Sofía) impacta sobre su tocayo (que exclama: ¡Ay!, ¡Ay!, ¡Ay!); Pedrito (de Sabina) asienta sus posaderas encima de Manolín, apretando las piernas hacia adentro para sujetarse mejor; Andresito (sobrino de Pedro y Amparito) cae “a plomo” sobre mi espalda (en mi reacción me acuerdo de su progenitora); José Mari (de Nides) se acomoda entre mi hermano y yo, inclinándose hacia adelante y adhiriéndose como una lapa a su predecesor); Carlos (de Araceli) embiste a su predecesor (la fila se tambalea) y, mientras, emite una sonora carcajada (Miguel Ángel suelta varios tacos al mismo tiempo) y, por último, se sube al carro, Julito (también de Nides); éste solamente se impulsa un poco: al ser muy alto y esgalichao, sus pies casi rozan el suelo (no le quito el ojo desde mi ángulo de visión invertido).

Con todos los saltadores encima del burro, el primero ofrece el pulgar de su mano a la madre para que lo agarre y pregunta en alto: “¿chorro, morro, pico, tallo o qué?” (cada vocablo se corresponde con un dedo). Santiaguín, rápidamente (hay que descargar cuanto antes), contesta: “chorro”; su acierto nos libera de pesos y nos permitirá practicar los saltos (bastante más agradable y divertido).

Los foráneos se van agachando y enlazando en el orden que han saltado; nosotros mantenemos también la sucesión anterior: Santiaguín coge bastante impulso (precisa salvar la elevada altura de Julito) pero sólo llega a los omóplatos de José Mari; Ramón apoya mal una mano, se desequilibra pero consigue trabar sus piernas por el lateral de José Mari; Metrines se planta en el lomo de Carlos (y tiene que agarrar a Ramón que está demasiado escorado); Javi se coloca entre Carlos (empieza a restolear) y Julito; Manolin se adhiere lo máximo a su predecesor (sabe que andaremos muy justos); yo consigo sujetarme en la ladera descendente del pronunciado espinazo de Julito y mi hermano se encalama sobre mi espalda (aferrado a mis hombros, como un esguilo a la rama del pino).

Ahora urge acabar este lance cuanto antes ya que estamos en una situación de total inestabilidad, con riesgo inminente de caída; para nuestra sorpresa, y en beneficio propio, Carlos se arrana y acabamos esparramaos por la superficie sin asfaltar (no hay heridos, solo algún rasponazo que no se alivie con un soplido y un poco de saliva). Sus compañeros se emburran, alguno le ofrece una estallina.






Después de varios juegos muy disputados y emocionantes, estoy cansado y mi lomo algo mancao; le propongo a mis compañeros cambiar de juego (“a la una salta la mula”) y así podrán intervenir otros niños (Pepín, Yonchu, Albertín, Cesar, Manolín -de Gundo-, etc.) y niñas (Olga, Sara, Mari Luz, Ana Mari, Marleni, las dos Angelines -la de Sole y la de Villafrea- etc.) que se han incorporado como espectadores (muchas veces jugamos todos juntos). En cuanto me ofrezco para quedármela todos aceptan; me agacho, colocando mis codos sobre los muslos, y empiezan a saltar:

Iñaki, el primero, dice: “a la una, salta la mula” y realiza un salto apoyando las manos sobre mi espalda y abriendo las piernas para no tocarme.

Su primo, José Luis, va detrás y declara: “a las dos, da una coz”; al efectuar el pase toca con el pie en mi trasero (sin pasarse).

Ahora le toca a Vicente, el de Dito: “a las tres, con la mano y con el pie”, añadiendo un suave azote a la obligación anterior.

Para el siguiente, Juanjo, el de Fabio,… ¿qué viene ahora?... ya no me acuerdo del resto de frases ni sus acciones correspondientes; ¿alguien me puede refrescar la memoria?.





Jesús el mediano de Toño y Enedina.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

LA GRIPE DE 1918 EN LA PUERTA

Bueno mis queridos convecinos y demás, llegan las navidades y hay que tomarse un descanso, así que con este post yo al menos me despido por este año, deseándoles unas felices fiestas y una buena paga de navidad.
¡¡¡Viva La Puerta!!!
Miguel A. Valladares Álvarez


LA GRIPE "ESPAÑOLA" EN LA PUERTA 1918-1919


    La pandemia de gripe española no tuvo su origen en nuestro país, lo tuvo en un campo de entrenamiento de los soldados de los EE.UU, en donde se preparaba la tropa para luchar en la 1ª Guerra Mundial; el nombre de "Española" le viene porque fue nuestro país el primero en hacerla oficial, ya que los países beligerantes en la Gran Guerra no lo hicieron pensando que esto podía desmoralizar y desmotivar a sus soldados. En León además de este nombre también se emplearon nombres como "el mal de Moda"

    ¿Pero en realidad qué tipo de gripe era esta? Los estudios hechos a partir del hallazgo  de un cuerpo encontrado en una capa de permafrost en territorio de Alaska, donde la temperatura conservó adecuadamente el material genético, determinó que este virus no tenía ningún gen de tipo humano, sino que era de tipo aviar, sin mezclas, pero este virus tenía  25 mutaciones que lo distinguían del tipo aviar típico, y entre ellas debían estar las que permitieron adaptarse al ser humano.


    Un cronista de la época describió los síntomas que padecían los infectados: "fiebre de 40º,  dolor agudo en la cuenca de los ojos, en los oídos y en la zona lumbar", además se incluían los síntomas típicos de la gripe, tos, cansancio, dolor corporal y en algunos pacientes diarreas y vómitos. Los contagiados tenían dificultades para respirar, producidas por la inflamación y hemorragias en los pulmones. Otros síntomas apreciables eran las marcas rojas en el blanco de los ojos y las manchas color caoba en la cara. Una muerte dolorosa, tanto para el aquejado como para los que le acompañaban.



    Esta gripe fue a nivel sanitario un acontecimiento a escala mundial que masacró a la población del planeta, aún hoy en día no hay con certeza un número total de víctimas, aunque en cualquier caso estas superarían los 50 millones de fallecidos, mientras que los enfermos de este mal superaron los 500 millones. En EE.UU solo en octubre del 18 se registraron 300.000 personas; 250.000 en el Reino Unido; 400.000 en Francia; en el África subsahariana cerca de 1.5 millones de personas. En Alaska, en un pueblo de la etnia Inuit de 80 habitantes fallecieron 78 en una sola semana; en la India fallecieron  más de 10 millones; en China se dieron cifras parecidas a las de la India. La incidencia de esta plaga en España también fue muy significativa y se manejan cifras que se acercan a  los 300.000 fallecidos.
LA EPIDEMIA EN ESPAÑA

    Se cree que llegó a España al regreso de los trabajadores que se desplazaron a trabajar a fábricas francesas durante la contienda de 1914-1918. En primera instancia la enfermedad, altamente contagiosa, se declaró en la zona centro y Extremadura a partir de marzo del 18, para luego expandirse por todo el país.

    En el noroeste, que tuvo una gran incidencia, León, Zamora y Burgos fueron las provincias más afectadas. Los casos se empezaron a confirmar desde marzo del 18 hasta mayo del 19. En cuanto León, los meses más duros fueron entre los meses de septiembre y diciembre en murieron 4.545 personas. Según las notas oficiales en septiembre lo hicieron 75 personas; en octubre 2.355, en noviembre 1.644 y en diciembre 471. El balance total de fallecidos por causa de la epidemia se cifra en cerca de 10.000 personas.

LA GRIPE “ESPAÑOLA” EN EL AYUNTAMIENTO DE RIAÑO

    En nuestra montaña ninguno de nuestros pueblos se salvó de esta plaga; la fatalidad infundio tanto miedo que se llegaron a dictar leyes y normas especiales desde el Gobierno Civil para luchar contra la epidemia: clausurar el curso escolar hasta que desapareciera la enfermedad; prohibir la entrada en las casas en las que hubiera algún enfermo por este padecimiento, recomendación del aislamiento total del afectado y una desinfección de ropas y cuarto en el que el enfermo yazca. Se dictaron asimismo órdenes para que los cadáveres fueran rápidamente inhumados sin esperar el tiempo mínimo, e incluso, que estos se llevaran al cementerio por el recorrido más corto y menos transitado. Se prohibió de igual manera todo tipo de eventos, fiestas, ferias y cualquier otro acontecimiento que facilitara el contagio, llegándose a  prohibir el acudir a los cementerios el Día de Todos los Santos. En los templos se pidió a las autoridades eclesiásticas el cese temporal del uso de pilas de agua bendita, por considerarse expuesta al contagio de enfermedades.

    En el Ayuntamiento de Riaño al menos se registraron 50 fallecidos por la gripe entre el año 1918 y junio de 1919, siendo los meses con más fallecimientos octubre y noviembre del 18, con un rebrote en abril del 19. La epidemia afecto a todos los grupos de edades, con una menor incidencia entre los 15 y los 25 años, entre los que solo encontramos un afectado; menores de 15 años fallecieron entre estas fechas 8; entre los 25 y 50 años 13 personas y mayores de 50 hay registrados 12.

    Decíamos anteriormente que hasta marzo de 1918 no se confirmó la aparición del desastre gripal, pero lo cierto es que desde el 22 de diciembre de 1917 se empezaron a registrar fallecimientos a causa de gripe. Pudiera pensarse que estas muertes que se sucedieron en los meses de invierno y primavera eran normales dadas las fechas y la climatología de estas estaciones del año, pero si analizamos las defunciones tanto de años anteriores como posteriores a esta epidemia no nos encontramos un número destacable de fallecimientos debido a procesos  gripales o como consecuencia de ellos. En concreto en el periodo inverno-primaveral del 1916-1917 sólo fallecieron cuatro personas en los meses de noviembre y diciembre de 1916 y marzo y abril de 1917, y de sitios tan dispares como Riaño, Anciles o Éscaro. Un  fallecido más, cinco, hubo  entre el invierno de 1919 y primavera de 1920, siendo las causas principales las neumonías y tuberculosis, e igualmente los fallecimientos se produjeron en varias localidades del Ayuntamiento como La Puerta, Horcadas, Éscaro y Riaño. En base a estos datos nada parece indicar que la gripe fuera una enfermedad habitual, y mucho menos tan contagiosa, durante 1917 murió más gente de viruela que como consecuencia de gripes, y fue la gastroenteritis la enfermedad que más fallecimiento causó en el periodo.



    Pero pese a esto, lo que es evidente, es que si tenemos que hablar de epidemia, hemos de referirnos a las defunciones producidas entre los meses de octubre y noviembre del 18 y un rebrote entre los meses de abril y junio del 19, ya que destaca tanto por su intemporalidad como por el número de decesos.

    Sólo en estos dos meses fallecieron 29 personas; 12 en octubre y 17 en noviembre, siendo varios los días en el que hay registrados  dos víctimas. La primera baja está fechada el día 9 de octubre y fue precisamente el cura de Riaño, Lázaro Santervas Polo, natural de Mayorga. No fue el único foráneo de la Montaña afectado; otros dos ciudadanos de Cuenca y Teruel residentes temporales en Riaño y un niño de 6 años e hijo de un caminero, natural de Cisneros (Palencia), que residía en la Casilla de La Puerta también fallecía de la misma dolencia. Vecinos de pueblos limítrofes que residían en Riaño, ya fuera por matrimonio, trabajo o cualquier otro motivo hay registradas 8 defunciones.

    En Carande en menos de 7 días se registraron dos fallecimientos. Otro fallecimiento más se registró en el rebrote de la epidemia en abril del 19. De Éscaro sólo conocemos un registro de fallecimiento por esta causa en estos funestos meses. Horcadas no fue menos en esta enfermedad infecciosa, fue un visto y no visto, como un ciclón que arrasó el pueblo en cinco días, los que van entre el 2 y el 7 de noviembre fallecieron cuatro personas de entre 33 y 54 años. El pánico tuvo que volver a palparse en el aire cuando en mayo del 19 fallecía otra víctima más de tan odiosa enfermedad. De Riaño fallecieron entre estas fechas, octubre-noviembre  siete vecinos. A estas muertes hay que sumarle las producidas en el periodo comprendido entre los meses de abril y junio del 19 que, se cobraron otras ocho vidas más.

LA GRIPE EN LA PUERTA

En La Puerta se pueden considerar trágicos estos dos meses en los que fallecieron diez personas; entre el 25 y el 30 de octubre se extinguían cuatro vecinos: El día 25 fallecía Pedro Rodríguez Suero (28 años), sus padres Simón y Segunda eran naturales de Éscaro desde donde  posteriormente se trasladaron a La Puerta, residieron en la calle Real, en donde tuvieron sus doce hijos. Pedro era hermano de Victoria, más tarde casada con el tío Celestino Domínguez y del tío Eusebio conocido como "El Cardenal". Pedro ejerció de Secretario de Juzgado.









Al día siguiente, 26 de octubre, fallecía Mariano Domínguez Presa 36 años, hermano del tío Celestino. No iba a ser esta la única desgracia en esta familia ya que 4 días más tarde fallecería, del mismo mal, su padre Manuel Domínguez  Pérez de 73 años.  Sin duda este día 30 fue uno de los más duros, si dentro de esta catástrofe sanitaría se pueden destacar unos días de otros, ya que apenas 12 horas después de fallecer Manuel en la calle La Iglesia, a escasos metros en la calle Real, fallecía  Mª Rosario Álvarez Álvarez de 2 años de edad, hija de Teodoro Álvarez y su primera esposa Ascensión Álvarez Canal, más tarde casado en segundas nupcias con la tía Justa (¡¡¡ Que perucas tenía la tía Justa, no me las quito de la cabeza!!!).

Otros seis vecinos lo fallecían en el transcurso de las 3 primeras semanas del mes de noviembre,  Hilaria Álvarez Díez  de 27 años, lo hacía el primero de mes. Hilaria era hija Francisco Álvarez y Petra Rodríguez, esta última natural de Riaño, hermana del tío Julián, marido de la tía Isolina, de Zacarías, padre de Eulogio y de Emiliano el peluquero, padre de Daniel, Oliva, Marino, Liborio, Macario y Aurora.  

Dos días más tarde fallecía Cruz Martínez Álvarez de 6 años de edad, hijo de Eulogia, también residente en la calle Real.  El día 6 era Manuela González Díez  de 63 años, residente en la calle La Iglesia. Manuela era hija de Cosme González y Froilana Díez, estaba casada con Facundo Alonso Díez, a la sazón abuela de Agapito, Avelina, Valentín y Aurelio.

El día 10 fallecía Bonifacio Álvarez Díez, hijo de Miguel y Jerónima residentes en la calle Real. Bonifacio era hermano de Domitila y Eloy, marido que fue de Genoveva, entre otros. Serafina, o Rufina González Álvarez, de ambas maneras aparece en los registros, de 17 años y residente en el Barrio San Pedro fallece el día 13; era hija de Antonio y Rosenda,  hermana del tío Fermín, nieta de Cosme y Froilana, su tía Manuela había fallecido una semana antes como hemos visto anteriormente .
Por último el día 20 se registraba el último fallecimiento por causa de la epidemia; era en el Barrio de Abajo, en casa de Pedro y Ángela. Se trataba de su segundo vástago, Luciano Álvarez Díez de 26 años de edad, hermano Eulogio, Felipa, de Quico el Caminero y Alejandro.



En general el pueblo con más fallecidos fue Riaño con 20 fallecimientos, aunque  el que mayor incidencia tuvo la epidemia fue en el pueblo de La Puerta en el perecieron 10 personas, la mitad que en Riaño pero hay que tener en cuenta que esta última quintuplicaba la población de La Puerta. Aún hoy, recordando este dantesco acontecimiento, uno se siente consternado por el dolor y el miedo que recorrieron las calles de nuestros pueblos, sentir general, ya que, quien más o quien menos, por razones de parentesco, vecindad, amistad o simplemente humanidad, lo sufrió en sus carnes y en lo más profundo de su corazón.


Miguel A. Valladares Álvarez

domingo, 4 de diciembre de 2016

GENTE DE LA PUERTA




   ¡¡¡ ESAS MOZAS DE LA PUERTA!!!

LA PUERTA Y SUS GENTES 1752.1987 y (10)


LA PUERTA Y SUS GENTES 1752.1987 (10)



Trigésimo cuarta.-
Martín de la Fuente, de hedad treinta y ocho años, casado con María Ana Rodríguez, tiene por hijos a Enrrique, Manuela y María, menores, de estado general.Exercicio labrador; su jornal diario quatro reales. La utilidad de la madera siete.
Martín de la Fuente estuvo casado en primeras nupcias con María Rojo Prieto, natural de Salio, de este matrimonio nacía en 1737 Manuel de la Fuente Rojo y en 1739 Manuela. Tras enviudar se volvió a casar con María Ana Rodríguez Tejerina, natural de Vegacerneja, fruto de este segundo matrimonio figuran bautizados en La Puerta: Agustina de la Fuente Rodríguez en 1744, ésta debió fallecer prontamente ya que en 1746 bautiza su segunda hija también llamada Agustina. En 1751 nacería su hijo Manuel; en 1754 Martín y en 1756 Francisco. Aparte de estos también figura bautizando hijos en La Puerta otro vástago más Enrique, que figura en el Catastro, pero no nacido en La Puerta.
Enrique de la Fuente Rodríguez se casó con Isabel González Díez, natural de Riaño y tuvieron 4 hijos: Francisco de la Fuente González en 1779; Juan Antonio en 1781; Agustín en 1784 y Cecilia en 1788. Aparte de estos figura Justo de la Fuente González, otro hijo que aparece en los registros casado con Luisa Díez Fernández, natural de Oseja de Sajambre, y bautizaban a sus hijas María de la Fuente Díez en 1829 y a Isabel en 1839.  Aparte de estas dos hijas Justo tuvo otro hijo: Antonio de la Fuente Díaz, que había nacido en Vegacerneja, este Antonio contrajo matrimonio con Ana María Díez Díez de Riaño, de este matrimonio nacían: en 1855 Petra de la Fuente Díez y en 1865 Juan.
Petra de la Fuente Díez, tuvo 3 hijos de soltera: en 1877 una hija llamada Rita de la Fuente Díez, en 1884 a Juan de la Fuente Díez, Dámasa en 1886. En 1890 figura casada con Baldomero Díez Acevedo de Sahelices de Sabero, año en el que nace su hijo Doroteo Díez de la Fuente. El rastro de la trigésima cuarta familia desaparece de los registros en esta última fecha de 1890.

Trigésimo quinta.-
Manuel González, de hedad de quarenta años, estado noble, casado con María Pérez, sin hijos. Exercicio labrador; su jornal diario quatro reales. La utilidad de la madera siete.
Esta familia no aparece en los registros de La Puerta, ni ellos, ya que los registros de los que dispongo empiezan en 1724 y ellos de nacer en La Puerta lo debieron hacer en la década de 1710. Tampoco tuvieron hijos bautizados en La Puerta.



Trigésimo sexta.-
Manuel Díez, curador de María González, huérfana menor.
Los datos que aporta el Catastro son insuficientes para concretar con fiabilidad estas familias, en cuanto a Manuel con toda probabilidad se trataría de Manuel Díez Peláez nacido en 1734, ya que otro Manuel Díez figura nacido en 1744 y es poco probable que con 8 años pudiera hacerse cargo de una niña huérfana. En cuanto a la niña entre 1745 y 1751 nacen 3 Marías González, lo que hace imposible localizar a nuestra María.

Trigésimo séptima.-
Ángel Albarez, de hedad de veinte y ocho años, estado noble, casado con Isavel Domínguez, sin hijos. Exercicio labrador; su jornal diario quatro reales. La utilidad de la madera siete.
Ángel Álvarez Álvarez, nacido en La Puerta en 1725, hijo de Francisco Álvarez y Catalina Álvarez, sólo figura en los registros en su nacimiento. Isabel no figura en los registros de La Puerta. No tuvieron hijos.
Trigésimo octava.-
Ana Prieto, criada, sin hijos.
Desconocida.



Trigésimo novena.-
María y Manuela Solares, huérfanas menores, su curador don Froilán de la Riva.
María y Manuela Solares de la Riva eran hijas de Francisco Solares Allende y Bernarda de la Riva, ésta descendiente de Burón y hermana de Froilán (ver familia 20). María había nacido en 1738, en 1741 nacía Manuela, otro hijo, Santiago había nacido en 1745, éste y sus padres ya habían fallecido cuando se realizó el Catastro. El curador de las niñas era su tío Froilán.
Manuela Solares de la Riva se casó con Manuel Gutiérrez Álvarez, nacido en La Puerta en 1729. Fruto de este matrimonio nacerían Isabel Gutiérrez Solares en 1763; Antonia en 1766 y Mª Luisa en 1772. Tras enviudar volvió a contraer matrimonio con Francisco Fuente Rodríguez, también vecino de La Puerta en donde había nacido en 1732. Francisco también era viudo, había estado casado con María Fernández;  Carande, natural de Éscaro, con la que había tenido 7 hijos: Juan Manuel Fuente Fernández 1757; Lorenzo 1758; Francisco 1760; María en 1761, ésta debió fallecer prontamente; María en 1763; Lucia en 1766 y Águeda en 1769.
El matrimonio compuesto por Manuela Solares de la Riva y Francisco Fuente Rodríguez tuvo dos hijas: Marta Fuente Solares nacida en 1774 y Manuela en 1778. Esta fecha es la última vez que esta familia aparece en los registros de La Puerta.

Cuadragésima.-
Ysidora Alonsso, viuda, sin hijos.
Desconocida.



Cuadragésima primera y última familia mencionada en el Catastro de Ensenada.
Ignes Rodríguez, viuda, sin hijos.
Inés Rodríguez era en 1752 viuda de Marcos Alonso de Noriega, y pese a que el Catastro la menciona sin hijos, se refiere a que ninguno vivía con ella, unos porque o bien habían fallecido o por ser mujeres hubieran contraído matrimonio y residieran en otros pueblos, otros, en el caso de algún hijo, porque ya se habían casado y tenían su propia familia. Los registros de los que dispongo datan de 1724 y al menos anterior a esta fecha Inés y Marcos habían bautizado a 2 hijos: Miguel Alonso Rodríguez de Noriega (ver familia 33) y Fernando, aparte de estos, no es descartable que hubiera más hijos nacidos antes de 1724; figuran bautizados en La Puerta a 3 hijas más: Manuela en 1726; Antonia en 1730 y Ángela en 1733.
Fernando Alonso Rodríguez de Noriega se casó con, Rosenda Rodríguez Rodríguez, natural de Lois. Fruto de este matrimonio nacerían sus hijos Diego Alonso Rodríguez en 1745 y Manuel en 1748, fecha esta última en la que desaparecen de los registros de La Puerta.

Soy consciente que esta relación de familias es algo pesada, quizás no es esta la mejor forma de relatarla, pero hacer árboles genealógicos de estas familias es una tarea ardua y muy complicada para llevar a cabo una sola persona (las Excel tampoco son una herramienta muy útil para este trabajo); y por otra parte tener esta documentación y no compartirla con los vecinos, que lo son, de La Puerta es delito, así que cada cual y quien quiera haga su propio árbol genealógico..


Miguel A. Valladares Álvarez