sábado, 19 de diciembre de 2015

LA PUERTA: LAS VECERAS

 LAS VECERAS.
    No conocemos Ordenanza alguna del Barrio de La Puerta en el que se pudiera estudiar en profundidad sus veceras; de cualquier  manera, y a tenor de otras Ordenanzas conocidas en el contorno, el tema de las veceras tiene un ordenamiento muy generalizado en todos los pueblos de esta Montaña.



    Era el Concejo de La Puerta quien regulaba y tomaba acuerdos sobre las veceras, decidía abrir pastos para cada una de ellas y acotaba otros para un uso posterior. A echar los ganados a la vecera estaban sujetos todos aquellos vecinos que tuvieran animales de las especies que se vezaban. La vez comenzaba en casa de un vecino determinado y avanzaba en dos direcciones opuestas, la primera corrida que se guardaba en la primavera partía de donde se hubiera quedado en el San Miguel del año anterior. Eran muchas las veces que coincidía que teniendo la vez de una vecera, llegaba el turno de otra, en este caso dependía de la época del año, si había personal suficiente en una casa  como para asumir las dos se hacía, y si no se pasaba la vez a otra casa y se guardaba en cuanto se quedaba liberado.

    Excepto algunas veceras de ganado ovino, ovejas y cabras, que duraban todo el año, las demás veceras se iniciaban con la llegada de la primavera y duraban hasta el San Miguel, en el que se daban las Derrotas, dependiendo este hecho de la fecha en que se acabaran de recoger los patatas y apañar los otoños.

    La primera vecera en organizarse era la Cabaña, tenía su salido en el origen de la carretera del Parador, compuesta por vacas de entre 2 y 4 años, vacas horras, a la que se añadían los novillos sementales escogidos por la Junta de Ganaderos para la recría; la escasez de hierba en las tenadas hacía que en cuanto el tiempo lo posibilitara este rebaño se subiera a los pastos de Hormas, generalmente allá por el mes de marzo, no deshaciéndose hasta el San Miguel con motivo de las Derrotas. Por cada animal metido en la vecera se guardaba un día, la vecera era custodiada por dos pastores de distinta casa; los animales pernoctaban durante toda la semana en las proximidades de los pastos, aunque de noche se les encerraban en corrales preparados para el efecto. Cada sábado al atardecer los cencerros de la cabaña inundaban el pueblo, éste día la Cabaña bajaba a por su ración de sal y el domingo a la mañana regresaban a sus pastos.

    A finales de marzo también se ponía en marcha de la vecera de añojos, terneros de más de un año, se les apacentaba preferentemente en las laderas bajas y próximas al casco urbano, caso de Puntaniella, los Cotorros y el Hoyo los Gues, respetando siempre las tierras de labor. Por cada añojo una jornada de dos pastores de una misma casa cuidando el rebaño, al menos uno tiene que tener más de 18 años. La vecera se deshacía también cuando se daban las Derrotas, hacía el 7 de octubre.

    Los jatos comenzaban más tarde y ninguno de ellos pasaba del año; la jatera de La Puerta estaba situada en el término de La Cuesta, allí, desde mediados de junio y a razón de un jato un día aprendían a pacer bajo la atenta mirada de un único pastor. Esta vecera se unía a la de las vacas hacía el 29 de septiembre.



    Las veceras de vacas apenas tuvieron presencia en este siglo, hasta la década de los 60 no funcionaron y a principios de la siguiente dejaron de existir. Los 2 o 3 primeros años funcionaron dos veceras de vacas: a una, cada vecino podía echar 4 animales, esta estaba organizada en dos vacadas, una perteneciente al Barrio Arriba y otra al Barrio Abajo, pacían los mejores herbazales. A la segunda, una única vacada, iban las vacas restantes de cada vecino; Pozollao, Las Vallejas y Hormas eran sus pastizales acostumbrados, no siempre bajaban a dormir, aunque se las bajaba diariamente para su ordeño.

    Esta estructuración parece ser que dio lugar a la picaresca, y en algunos casos se produjo la división de ganados entre los miembros de una misma familia con el fin de meter todas las vacas en la primera vecera, ante esta situación se optó por una sola vecera dividida en dos rebaños y buscando la equidad en el número de animales. 

    Por cada dos cabezas se pastoreaba un día, por una la mitad. Desde mayo hasta las Derrotas por el San Miguel, dos pastores de una misma casa cuidaban esta vecera. Durante este tiempo sólo se deshacía con motivo de la celebración de las fiestas del patrón del pueblo, los días de San Pedro y San Pedrín, estos dos días se cuidaban individualmente, el tercer día ya corría la vez de nuevo. Saguas, Las Borías y las faldas del Yordas eran algunos de los pastos destinados a su apacentamiento.  

    A las veceras de ovino les estaban vetados los terrenos liberados tras dar las derrotas, y excepto las de corderos y chivos que acababan el 29 de septiembre, las demás duraban todo el año, pudiendo pasar algunos días seguidos sin salir por causa de la nieve. Tenían el salido en el centro del pueblo, en el Barrio de Arriba, la de ovejas, única para todo el pueblo, casi siempre contó con un pastor ajustado para su cuidado, con el iba un vecino en vez, a razón de 1 día por cada cuatro ovejas. En época de la paridera un tercer vecino, uno cada día, acompañaba al rebaño con la misión de controlar y asignar los corderos. Las Borías, y algunos valles de Hormas, en donde contaban con sestiles, eran los pastos más visitados.



    Por dos corderos un día de corrida para un único pastor, se soltaban en mayo por las camperas de encima la fuente La Canalina y  por La Cuesta, una sola vecera que compartía pastos con los jatos. Con la vecera de corderos también iban los carneros sementales escogidos para el servicio del Concejo. El día San Miguel, los corderos se unían a la vecera de ovejas, dejando de considerárseles tal y ser contabilizados como ovejas.


    La vecera de cabras era la única que no dependía directamente de la Junta de Ganaderos, esta vecera se organizó sobre la década de los cuarenta y duró poco tiempo, en ella sólo intervenían aquellos vecinos que tenían animales de esta especie. La mayor parte del tiempo lo pasaban en el valle de Hormas, aunque también merodeaban los pastos siempre frescos de las calizas. Se guardaban en la misma proporción que las ovejas y solo contaba con un pastor; fue la primera vecera en desaparecer.

Miguel A. Valladares Álvarez