AGOSTO TIENE UN COLOR
ESPECIAL.
Ha llegado agosto, en el pueblo se percibe un ambiente especial
(muchas personas deambulan por las calles), se ven bastantes coches arrimados a
fachadas y metidos en portaladas (son objeto de alguna envidia), la mayoría de
los residentes están alegres (han regresado los familiares emigrados) y a los
rapaces nos agrada tener nuevos compañeros de juegos y aventuras (incluso,
hasta algún campamento juvenil durante unos días).
Desde el campanario de la iglesia, veo pasar corriendo a mi
primo Alfredín (vive con mi abuela), le pego un silbido (colocando el dedo
anular e índice sobre la lengua y el corazón tocando la nariz); se acerca al
pie de las escaleras y me dice que va a buscar a Ramón, Anselmo, Javier y los
veraneantes para ir a pescar a mano (los foráneos quieren aprender). Le
comunico que no cuenten conmigo, que no me agrada esa actividad… “solo me
quieren para vigilar, por si viene el guarda” (ya engañaran al más pequeño para
ejercer de vigía).
En los Doblos, un paisano y su mujer (¿Andrés y Fé?) arrastran
un montón de hierba cuesta abajo, con la pareja… “será el ramo”.
Marino avanza braceando, cruza el pontón y desaparece; a los
cinco minutos regresa acompañado de Mario… “ya van a jugar a los bolos”.
Rosa Mari (lleva un libro en su mano izquierda), junto con su
madre (Andrea), toman el camino ubicado detrás de casa de Nati, en dirección a
la Vega Arriba… “a esa joven le gusta mucho leer”.
Carlos (el de Araceli) y Pedrito (el de Sabina) charlan
animadamente y tiran piedras a los algunos pájaros… “estos madrileños… ¡qué
bien se lo pasan en el pueblo!”.
Zósimo, acompañado de su esposa, Oliva, atraviesa despacio por
el calce para no mojar a Araceli y su hijo pequeño que transitan por el pontón…
“bonito coche tiene este paisano”.
Ángeles, mujer alta, asoma por la esquina de la escuela, se
cruza con mi padre enfrente de la casa de José (el cestero) y charlan durante
unos minutos. De su brazo doblado cuelga una lecherina… (“va por leche recién
ordeñada an’ca de Emilia”).
Por la cimera de los Doblos se expande sosegadamente el rebaño
asentado en la majada de Borín… “parece una vecera de hormigas blancas”.
Montse (la de Zósimo) aparece corriendo por la derecha, lleva el
bikini puesto… “habrá quedado con alguna amiga para ir a bañarse” (Rosa Mari,
Yoli, etc.).
Entre las campanas observo cómo las águilas planean en las
alturas, las golondrinas van y viene sin parar, los gorriones dan saltines y
picotean el suelo, los vencejos se meten en los agujeros de las paredes, etc.
Nicolás, perfectamente pertrechado para la pesca a caña, toma el
camino del río… “los del pueblo pescan más”.
Toñi y Ana Mari llegan hasta el muro exterior para hacer unas
fotos; Ana dispara una tras otra mientras la modelo posa en varias posturas…
“¡que moderna es esta señorita!”.
Vicente y Marleni
juegan en las barras situadas delante de la casa de su abuela… “¡qué suerte
tienen!”. Su padre, Dito y varios familiares charlan en las inmediaciones.
Susana y Montse, mis primas, van saltando a la comba (al pasar
el pontón, la pequeña casi se cae al calce)… “¡madre mía!, cómo acabarán las
rodillas”.
Miguel (el de Tiquia) y su familia soportan estoicamente los
fuertes ladridos de los perros de Nati cuando traspasan el corral para acceder
a su hacia su casa por la doble portillera de la cerradura… “tiene un coche muy
bonito”.
Felipín, el cual cuelga una toalla de su hombro, se encamina
hacia el río (suele ir diariamente a tomar el sol)… “este chaval tiene una
afición un poco rara”.
Maribel, que acompaña a su hijo, Héctor, (es novato con la bici
BH) intenta evitar que pase por el agua y lo consigue (agarra el manillar y le
conduce por el pontón)… “déjale que disfrute del agua”.
El señor José (“el cestero”) y su señora salen a repartir su
producción (ese mes tiene muchos pedidos): un cesto de mimbre ancho y otro con
mango, un canasto de madera y un canastillo para la costura.
Oigo el chirriar de una polea; el sonido procede de la trasera
de la casa de Marina y oigo a Paquita que grita: “Feli saca otro caldero de
agua”… “¡qué bueno es tener el pozo cerca de casa!”.
Mis tíos Alfredo (ha venido de Venezuela… “debe estar muy
lejos”) y Pedro (siempre con su cámara fotográfica), pasean lentamente hacia la
calle que muere en la era de Marina… “de alguna instantánea seguro que pinta un
precioso cuadro” (es muy aficionado a la pintura, pero “de brocha fina”)… “a mí
también me gustaría tener un cámara para sacar fotos de todo: gentes, animales,
casas, etc.”.
Jesús (el mediano de Toño y Enedina).