JUEGOS DE LA PUERTA
LA CADENETA.
Es verano, hace calor, nos apetece un baño; en La Puerta disponemos de
varias zonas idóneas (El Sotiquín, Pozo el Canto), hoy iremos a la primera y
pronto, que luego se levanta el cierzo y
no hay quien aguante a la orilla del agua (mojado y aterido); después, tras
saborear la típica merienda, hay que hacer algo para rebajar las grasas
acumuladas y entrar en calor. Un número considerable de rapaces nos volvemos a
juntar en el centro del pueblo y decidimos jugar a la cadeneta (sin quererlo
combatíamos la obesidad infantil).
Como somos bastantes jugadores, ampliamos los límites de la zona hasta la
casa de Pepe “Ruscos”, el pozo del tío Benito, la hornera de mi tía América y
la parte trasera de la casa de mi tía Carmen; recuerdo que también vale por
corrales, portaladas, leñeros, muros, etc., incluidos los aboneros. Y no se
puede entrar en edificios: casas, cuadras y horneras.
En primer lugar me dirijo hacia la zona más reducida, el corral de Pepe
“Ruscos”; los acosados se refugian en la portalada, detrás del carro,
desconocen el lado por donde les voy a entrar (yo si pues a la izquierda hay
menos espacio para huir). Inicio la carrera por la derecha y alcanzo a Rosa Ana
que era obstaculizada por otros en el pasillo creado entre el carro y la pared
(algunos se escabulleron por debajo del carruaje). Los nuevos miembros se
añadirán al extremo opuesto.
Cogidos de la mano, vamos corriendo calle arriba, nos rehúyen varios participantes
(a los nines les damos un tiento) y acabamos acosando a varios en el leñero de
mi tío Vitorino: me subo para hacerles salir y, de repente, Manolín mete la
pata entre las llatas de leña, queda inmovilizado y es apresado. Otros brincan
por encima de las ramas y las ortigas para alejarse como “alma que lleva el
diablo”. Los tres eslabones de la cadena nos dirigimos a la portalada de
Eusebio, donde conseguimos acorralar a varios contrincantes, siendo atrapada
Engracia (no le dio tiempo a salvar las barras) y Enrique que se disponía a
saltar por la ventana en su huida.
Con cinco elementos encadenados ya cubrimos el ancho de la calle, nos
encaminamos hacia el pozo del tío Benito; hay opciones en el espacio delantero
de su casa, en la portalada de la cuadra y en el corral anexo, donde sitiamos a
cuatro individuos: Veyo se fuga saltando por el muro izquierdo, su hermana,
Angelines, es capturada y otros dos hostigados (y sin escapatoria) ejecutan,
conscientemente, actuaciones prohibidas: Santiaguín se mete en la cuadra (y nos
reta: ”entrad si tenéis…) y Maite salta hacia el corral de Alberto (se ha roto
la camisa al engancharse con un palicio de la cerradura).
Sumando las tres incorporaciones, y con las manos totalmente extendidas,
aislamos a cinco sujetos entre la vivienda del tío Benito, la calle derecha y
los aboneros: Metrines y su primo, Vicente, nos tientan por los extremos, mas
no resisten a la flexible cadena; sin embargo, Joseale consigue escapar,
caminando de puntillas por encima de un abonero (estaba duro) pero Pedrito se
queda estacado (es aprehendido y ahora debe pasar por la presa).
Cada vez queda menos, ahora ya podemos ir a por todos pues interesa
agrandar la cadeneta lo más posible para encerrar a los más esquivos.
Comenzamos yendo hacia la trasera de la casa de mi tío Francisco, donde se han
refugiado varias chicas: yo consigo tocar a Ana Belén pero se había roto la
cadeneta y ella me increpa: “pero que modorro eres”; reanudamos la caza y
alcanzamos a Lidia y ésta a Marleny (al borde de un ortigal) y en una maniobra
envolvente a la librada Belén y su hermana Mari Mar, en la esquina formada por
la casa de su padre y la portalada cerrada de mi tío Vitorino. La fila
serpentea en sus desplazamientos y va añadiendo jóvenes presas: Manolín (el de
Gundo) va acelerado (toca el culo con los talones), César mira de reojo y hace
un recorte para evitar el toque, Camino ya se da por vencida (pero sonríe),
etc.
Con esta cadeneta tan numerosa acometemos las últimas batallas en pos de
los prisioneros restantes, que lucharon bravamente por su libertad: Rafael no
pudo evitarnos saltando desde el muro del corral de la cuadra del tío Benito,
Veyo cayó por cansancio (había esguilado el palenque del picalvo), Tinín
encaramado y arrinconado en el pozo del señor Benito y Joseale en la portalada
de “Ruscos” (debajo del carro).
Tras la marcha de nuestros amigos a Cascón de la Nava teníamos serios
problemas para jugar a la cadeneta y otros juegos… ¡Cuánto os echamos de
menos!..., no os olvidamos, permanecéis en nuestra memoria.
Jesús el mediano de Toño y Enedina.