domingo, 22 de mayo de 2016
sábado, 21 de mayo de 2016
EMIGRANTES DE LA PUERTA: LOS GUTÍERREZ DE ARGENTINA
En
un lugar de León, de cuyo nombre no quiero olvidarme....
LOS GUTIERREZ
Aunque el apellido
Gutiérrez les viene vía Pedrosa del Rey, este no era novedoso, ya que por vía
materna el apellido Gutiérrez les viene de lejos. En efecto, ya en 1752 había
afinidad con este apellido, y los González Gutiérrez están registrados en La
Puerta (Catastro de Ensenada); por entonces, Juan González, ya con más de
sesenta años y viudo de Thoribia Gutiérrez, vivía en este pueblo junto a sus
hijos: Juan, Eugenia, Santos (1726), y Basilio (1727).
De la siguiente
generación a Juan González, solo Juan y Santos tienen registrados descendientes
en La Puerta: Juan a Bernardo y
María; y Santos, casado con Cathalina
Álvarez, con quién tuvo 10 hijos; María; Ysabel; Estanislao; Juan; Santiago;
Francisco; Santos; Manuela; León y Michaela. Pero, buscando el hilo que nos
lleve a nuestros Gutiérrez emigrantes, nos fijaremos en Estanislao, nacido en
1764, quien a principios del siglo XIX contrajo matrimonio con Francisca Díez
Díez, natural de Carande, con quien tuvo 5 hijos: Manuela (1804), Micaela,
Juana (1807), Agustín Antonio (1809) y Mª Agustina (1812).
E iba a ser esta
cuarta generación quien, a través de Mª Agustina, va a adquirir el apellido
Gutiérrez que con gran orgullo pasean nuestros Gutiérrez argentinos. Mª
Agustina contrajo matrimonio con Manuel Gutiérrez Valbuena, hijo de Pascual
Gutiérrez y Ana Mª Valbuena, naturales de Pedrosa del Rey. Manuel y Mª Agustina
tuvieron al menos 8 hijos: Ambrosio, Manuel (1825); Estanislao (1827); María
(1829); José (1841); León (1843); Mariano (1846) y Agustina (1855).De estos,
León y Ambrosio fueron los padres de nuestros “desempolvados” emigrantes. Ambos
emparentaron en Boca de Huérfano; León se casó con Juliana González y Ambrosio
con Petra Álvarez y entre sus descendientes encontramos a nuestros primeros
Gutiérrez emigrantes.
León y Juliana
tuvieron 4 hijos: Julia; Domingo; Demetrio (1855) y Marcelino. Por su parte,
Ambrosio y Petra tuvieron 9: Alberto (1883); María (1885); Patricio (1887);
Doroteo (1889); Zacarías (1891); Emilio (1894); Quintina (1897); Olegario José
(1900) y Gregoria (1902). De estos emigraron a Argentina: Marcelino por parte
de León, a los que se unirían más tarde sus sobrinos e hijos de su hermano Domingo:
Senén Gutiérrez y su hermano Quirino. Para los desconocedores de los entresijos
de La Puerta, Senén y Quirino eran hermanos de Gil, que regentó un bar en La
Puerta. Y por parte de Ambrosio Alberto, Doroteo y Olegario José, estos,
hermanos de Patricio, padre de Petra, Ambrosio o Emilio entre otros.
LOS EMIGRANTES
El primero que
aparece enrolado en un buque con destino a Argentina es Alberto, lo hace a
bordo del Almanzora, llegando a Buenos Aires el 21 de octubre de 1925.El 1 de
enero de 1926, enrolado en el CAP Norte emprende viaje desde el puerto de
Villagarcía de Arosa Olegario José y el 14 de diciembre del mismo año lo hace
Marcelino Gutiérrez también a bordo del CAP Norte, este lo hace acompañado de
su esposa Leandra Álvarez González, natural de Villafrea y les acompaña María
Carande de Éscaro. Doroteo no figura en los registros de entrada en el país del
tango, pero todo hace indicar que entró en el primer cuarto del siglo XX. Senén
lo hace en 1930 a bordo del CAP Arcona; y por último, su hermano Quirino en
1949 enrolado a bordo del Tucumán; todos ellos zarpando del puerto de Vigo, a
excepción de José Olegario como ya ha quedado reflejado.
EN LA PAMPA HÚMEDA
Alberto se aposentó rápidamente en San
Manuel, partido de Lobería, probablemente en donde se le cedieron algunas
hectáreas de tierra; poco después también llegó al mismo destino Olegario José.
En 1928, Alberto regentaba junto a un socio un almacén General en San Manuel.
En 1931, cuando se construye el centro educativo en esta localidad, tanto
Alberto como Olegario José figuraban entre los miembros de la comisión que
llevaron a cabo el control de las obras.
Foto familiar de los Gutíerrez en Argentina.
Marcelino y Leandra vivieron en La
Puerta, donde nació su hija Sabina en
1903, hija que falleció pronto. Una vez en Argentina se ubicaron en Lobería,
una ciudad situada a unos 450 km al sudeste de la Provincia de Buenos Aires,
donde recibieron unas hectáreas para trabajarlas. En pocos años consiguieron
mejorar su posición y gestionar bien su patrimonio, lo que les permitió vivir
cómodamente con casa propia y subsistir gracias a sus rentas.
Marcelino, el Padre Valbuena, Quirino y un acompañante
Doroteo también vivió en Lobería,
donde adoptó rápidamente las costumbres
del "gaucho": vestía a la usanza de los paisanos de nuestro campo,
con "Bombachas", botas y pañuelo al cuello. Hizo una gran fortuna, luego
vendió sus campos y se retiró a vivir en el Hotel de Baskonia, que regentaba el
hijo de su primo Domingo. El hundimiento de la economía argentina de los años
30 le derritió el dinero y sus últimos años no fueron buenos.
Quirino Gutíerrez
Quirino era un personaje entrañable, de los
de probada querencia, que además de querer, se dejan querer, dicharachero, un
buscador de sonrisas. Llego a Buenos Aires el 10 de agosto de 1949 con 31 años,
y en principio se instaló junto a su hermano Senén; más tarde y en compañía de
Isidro Álvarez y los hermanos José y Julián Sierra, los tres de Riaño, formaron
una sociedad y avalados por el Padre Jacinto Valbuena de la Calle, también de
Riaño, párroco que, durante su estancia en Argentina, fue confesor del Papa
actual. Juntos montaron su propio negocio de hostelería en la ciudad de
Avellaneda, en la zona Sur del Gran Buenos Aires. Tras deshacerse esta
sociedad, Quirino se reubicó en Beccar en la zona Norte. Quirino se casó con
Manuela y no tuvo descendencia; en 1968 regresó a su lugar de origen y tras una
breve visita regresó a Argentina en donde regentó su último negocio también de
hostelería. De Isidro Álvarez nada conocemos. De los hermanos Sierra, José, años más tarde regresó a Riaño,
mientras Julián acabó asentándose en la ciudad Argentina de Córdoba, donde falleció debido a sus problemas
cardiacos.
Quirino Gutíerrez en una de sus visitas a España
HISTORIA DE UN EMIGRANTE
SENÉN GUTIERREZ ALONSO
Dicen que en la emigración, y en quienes la
profesaron, hubo todo tipo de emociones: ilusión, esperanza, necesidad e incluso
resentimiento, y digo resentimiento, porque los más viejos del lugar aún
recuerdan a aquella emigrante que antes de montar en el coche de línea, primera
etapa del viaje, se limpió los zapatos y mirando a los vecinos presentes en la
parada, y no sin cierta soberbia les apuntillo: “de este pueblo no quiero
llevarme ni el polvo”.
Senén Gutíerrez
En el caso de Senén Gutiérrez podemos
hablar simple y llanamente de necesidad, ya que como él mismo confesó a sus
hijos, dejó España "porque mi padre
me dijo que no le alcanzaba el dinero para alimentar tantas bocas", y
es que, en esa casa, además de Domingo y Timotea, sus padres, había 5 bocas
más, y Senén era el mayor de ellos.
En esta tesitura, Senén recibió la
"Carta de Llamada" de su tío Marcelino, documento necesario para
poder ingresar en el país y obtener la residencia, e inició los preparativos
para el viaje. A finales de noviembre se traslada hasta Vigo donde embarca en
el Cap Arcona, un trasatlántico célebre, no ya solo por haber transportado
tantas esperanzas, sino también por tener un trágico final, ya que años más
tarde, en el transcurso de la segunda guerra mundial, fue hundido en el Báltico
con 4.500 prisioneros de los alemanes encerrados en sus bodegas.
No quiero imaginarme el dolor de una
travesía así, en la que, en el oleaje se refleje la aflicción del pasado
inmediato; la melancolía del presente y la incertidumbre del futuro. Senén
arriba al puerto de Buenos Aires el 8 de
diciembre de 1930, nadie acude a su llegada, los primeros días se aloja en el
hotel de Inmigrantes, allí tendrá tiempo de preparar el siguiente paso, pero
también tiempo para repasar su vida y dar rienda suelta a sus recuerdos
añoranzas que nunca le abandonaron y que dejó a sus hijos como uno de sus más
preciados bienes: “el Esla, Hormas, el
invernal y las vacas, el hórreo, la feria, la siega, el Yordas, la nieve y el
frio del invierno, las madreñas, las Fiestas de Quintanilla, la lucha leonesa,
las cigüeñas de la Iglesia, el maestro de la Escuela que estaba pegada a su
casa y las picardías y pequeñas aventuras de su adolescencia y primera juventud”.
La oferta de unas cuantas hectáreas en la
provincia del Chaco no le desviaron de su meta, Lobería, en donde vivía su tío.
Como recuerda su hijo Domingo: “A Lobería
se podía llegar por dos ramales distintos del Ferrocarril; uno de ellos paraba
en la Estación “Lobería” y el otro a seis kilómetros del pueblo, en una
estación llamada “Tamangueyú”. Le dieron pasaje a Tamangueyú y, a poco de subir
al tren, olvidó ese nombre tan extraño. La única solución era estar alerta y
mirar por la ventanilla en cada parada porque, si leía el nombre de la
estación, recordaría que ese era el lugar en el que debía bajar. A la media
hora de haber emprendido el viaje comenzó a mirar por la ventanilla; trece
horas después bajó del tren en Tamangueyú”.
Una vez en Lobería no tardó en encontrar
trabajo; primeramente como peón en la cosecha de la papa y más tarde su
situación mejoró cuando Don Ramón Allende, un paisano de Burón, le contrató
como dependiente en “El 43” su “Almacén de Ramos Generales”. Allí se vendía
pan, bebidas, alimentos, cigarrillos, yerba, todo tipo de artículos para el
campo, monturas, aperos y rebenques y hasta alguna “comida de olla” para los
gauchos que estaban de paso. El trabajo incluía una remuneración mensual y el
alojamiento en la trastienda del local.
Senén se casó en 1939 con Carmen Mafalda, y
poco más tarde invirtió sus ahorros participando en una sociedad que compró el
Hotel Baskonia. Años más tarde volvió a invertir, también en sociedad,
comprando la “Confitería del Molino”, una especie de local en el que además de
servir bebidas, servía de sala de juegos, salón de baile, incluso para otros
eventos como bodas y bautizos.
Este matrimonio, Senén y Carmen, vivió
felizmente en Lobería donde, con el paso
del tiempo, fueron llegando hijos: Domingo; María Angélica y Senén Mario. Pero
en Lobería no había institutos, y con visión de futuro, Senén, prefirió
arriesgar la tranquilidad y la seguridad de Lobería, por empezar de nuevo en
Buenos Aires, pero con la satisfacción de poder dar a sus hijos la formación
que él no pudo tener. En 1948 tiene lugar esta nueva aventura, una vez
instalados en la capital argentina, Senén y Carmen compraron un almacén, tienda
de ultramarinos, y con empeño, trabajo y sacrificio, el cambio tuvo su
éxito, sus tres hijos acabaron sus
estudios con licenciaturas: Domingo y María Angélica en medicina y Senén Mario
en la abogacía.
Quiniro y Carmén con Domingo
Senén Gutiérrez fallecía en 1992, no sin
antes visitar de nuevo su lugar natal, La Puerta; un breve recorrido en el que
rememoró sus lugares y experiencias de su infancia y de mocedad, cuántas
lágrimas correrían por sus mejillas o por sus adentros en tan especial visita.
Su experiencia en la vida, su sencillez, quedó reflejada en su propio epitafio:
"Yo no envidio de nadie la suerte, soy lo mismo que el pavo real, que
orgulloso recibe la muerte y orgulloso del mundo se va"
Miguel
Ángel Valladares Álvarez
Gracias a Domingo
Gutiérrez por su desinteresada e imprescindible colaboración en este trabajo,
sin la cual no hubiera sido posible su elaboración.
domingo, 10 de enero de 2016
LAS "NIÑAS" DE LA PUERTA
Foto cecida por Montserrat Valladares Álvarez
La relación de nombres es proporcionada por Modesta Álvarez:
De Izquierda a derecha:
Begoña de Pelayo (Villacorta) y Florencia (La Puerta). 1948
Guadalupe de Wenceslao y Asela ambos de La Puerta. 1945
Carmina de Leandro (La Puerta) y Vicenta (Maraña). 1944
Isabel de Pelayo (Villacorta) y Florencia (La Puerta). 1949
Gloria de Leandro (La Puerta) y Vicenta (Maraña). 1940
Paquita la hermana de Marina, de Francisco y María ambos de La Puerta. 1941
Aurora la hermana de Oliva, de Emiliano (La Puerta) y Juana (Carande). 1940
Modesta de Francisco el caminero (La Puerta) y Aurea (Mazuecos, Palencia).1942
María Antonia de Fabriciano (La Puerta) y Eloisa (Cangas de Onís). 1945
María Luisa de Melchor (La Puerta) y Asunción (Carande). 1944
María Isabel de Fabriciano y Eloisa (Cangas de Onís). 1946
Queda por conocer la identidad de la niña que está con la maestra
La relación de nombres es proporcionada por Modesta Álvarez:
De Izquierda a derecha:
Begoña de Pelayo (Villacorta) y Florencia (La Puerta). 1948
Guadalupe de Wenceslao y Asela ambos de La Puerta. 1945
Carmina de Leandro (La Puerta) y Vicenta (Maraña). 1944
Isabel de Pelayo (Villacorta) y Florencia (La Puerta). 1949
Gloria de Leandro (La Puerta) y Vicenta (Maraña). 1940
Paquita la hermana de Marina, de Francisco y María ambos de La Puerta. 1941
Aurora la hermana de Oliva, de Emiliano (La Puerta) y Juana (Carande). 1940
Modesta de Francisco el caminero (La Puerta) y Aurea (Mazuecos, Palencia).1942
María Antonia de Fabriciano (La Puerta) y Eloisa (Cangas de Onís). 1945
María Luisa de Melchor (La Puerta) y Asunción (Carande). 1944
María Isabel de Fabriciano y Eloisa (Cangas de Onís). 1946
Queda por conocer la identidad de la niña que está con la maestra
YA VIENEN LOS REYES, POR "EL ANDRINAL". JESÚS GONZÁLEZ
YA VIENEN LOS REYES, POR
“EL ANDRINAL”…
Estamos en Navidad, todos los niños del pueblo estamos pensando
en la llegada de sus majestades orientales. Mi padre, para mentalizarnos de su proximidad,
suele canturrear el conocido villancico (con alguna modificación): “Ya vienen
los reyes, por “El Andrinal”…”, pues anteriormente ya nos había relatado que utilizaban
dicha zona para llegar a La Puerta y no ser vistos por la carretera (más
transitada), atravesaban el caudaloso río por el paso de los carros y, tomando
el camino de El Sotiquín, arribaban a la iglesia, donde era prioritario y
protocolario adorar a mi tocayo, el Niño Jesús (dicho sea sin ánimo de comparar rangos).
Posteriormente, utilizando los caminos practicados en la
abundante nieve (por nuestro padres, con una simple pala), visitaban las casas
donde había niños y para ello seguían la siguiente ruta: de la iglesia se
dirigían hacia la calle de mi abuela
Justa y volvían a la calle principal, a la altura de la casa de mi tío
Francisco se desviaban hasta la viviendas de Gundo y mi tío Laureano, luego se
iban al barrio Abajo para retornar a la carretera, donde finalizaban el reparto
y proseguían rumbo a Éscaro (supongo que harán un alto en el parador y la
casilla, si hay niños).
Por otra parte, nadie escribe la carta (quizá por miedo a que no
llegue a tiempo, siempre hay mucha nieve), la comunicación con los reyes es
directa, pues solo hay que responder a una pregunta (¿qué le vas a pedir a los
reyes?) y nuestros padres trasladan las peticiones a los magos. Suele haber
demasiados fallos en la “trasmisión de mensajes” pues es habitual que nuestras
demandas se cumplan solo en parte, especialmente si hay bicicletas en la lista.
La víspera del día de Reyes le recuerdo a mi padre que es preciso
rehacer bien los caminos para que circulen los camellos sin problemas y, si fuera
necesario, mis hermanos y yo le ayudamos. Por la tarde, en compañía mis primos
Alfredín y Ramón, revisamos las idoneidad de los caminos abiertos en la nieve:
vamos hasta la iglesia, luego a casa de
nuestra abuela (se sonríe y refuerza nuestra motivación cuando le informamos
sobre nuestra actividad inspectora), la calle de escuela a casa del cura no
hace falta explorar pues no hay niños en ese tramo y tampoco en el que discurre
desde el huerto de Asela a la choricera; por la calle del barrio Abajo llegamos
hasta la casa de Nato (José Enrique nos saluda por la ventana y le respondemos
moviendo las manos) y finalizamos en la carretera que está limpia tras el paso
de la espaladora. El resto se halla en perfectas condiciones; está escampado:
esta noche hará frío pero no nevará y así los reyes no tendrán problemas de
desplazamiento (las pezuñas de los camellos asientan bien en la nieve helada).
Por la noche, nada más cenar, los tres hermanos nos vamos a la
cama rápidamente pero tardo en dormirme (por las expectativas mágicas). En la
quietud de la madrugada, el sonido de una esquila me despierta (es el camello
guía, la lleva para orientar al resto en la oscuridad y ante la copiosa nieve)
y, al cabo de unos instantes, oigo abrir la puerta del balcón, le siguen unos pasos
sigilosos para finalizar con el cerramiento del ventanal. De inmediato, a pesar
del insoportable frío ambiental, me levanto de la cama y abro el postigo de la
ventana para contemplar una escena inolvidable: en la claridad de una noche
estrellada y sobre la blanca nieve resaltan tres siluetas idénticas a las
figuras del belén que representan los Reyes Magos. Se están desplazando
lentamente, les sigo con la vista hasta perderlos y luego permanezco con la
oreja pegada al cristal para escuchar el sonido de la esquila (cesa unos
instantes: están dejando regalos en casa de mi prima Maribel) hasta que se
desintegra en la el silencio nocturno. Con el cuerpo tiritando regreso a mis
sueños.
Al amanecer, mi hermano Miguel Ángel nos despierta, saltamos de
la cama y corremos al pasillo, donde hallamos, depositados en el suelo: indios,
vaqueros, caballos, carrozas, escopetas de tapón de corcho, revólveres de pistones
y otros materiales escolares y ropas. Como nos imaginábamos, otra vez se les ha
olvidado la bicicleta y eso que nos daba igual que fuera de hombre, de mujer o
de niño.Después de desayunar, cuelgo mi escopeta al hombro y me voy a
casa de mis tíos para ver los regalos que les han traído a mis primas (a los
varones casi siempre nos dejan los mismos); veo a Pacita muy contenta con su
cocina y los cacharritos (ya está ideando numerosas recetas), a Maricruz
entusiasmada con sus muñecas y ropitas recortables (ofrecen muchas opciones de
vestimenta), a Irene emocionada con su “baby mocosete” (con todos los
accesorios y complementos: pañales, biberón, ropita,…), a su hermana mayor,
Ana, maravillada con su costurero (me enseña varias agujas, hilos de muchos
colores, tijerinas pequeñas,…), a Merche complacida con las camas y armarios
artesanales construidos por su padre, a Mariví (y el resto de primas)
ilusionadas con sus muñecas, vestiditos, estuches de pinturas Alpino (mejor si
son de dos pisos), zapatillas, zapatitos, leotardos, calcetines, pijamas, etc.
Al cabo de unos pocos días, volveremos a jugar con bolas de
nieve, palos, cuerdas, puntas, alambres, latas, calderos, vacas de salguera,…
en carros, leñeros, tenadas, portaladas, etc.
Jesús (el mediano de Toño y Enedina)
domingo, 20 de diciembre de 2015
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