YA VIENEN LOS REYES, POR
“EL ANDRINAL”…
Estamos en Navidad, todos los niños del pueblo estamos pensando
en la llegada de sus majestades orientales. Mi padre, para mentalizarnos de su proximidad,
suele canturrear el conocido villancico (con alguna modificación): “Ya vienen
los reyes, por “El Andrinal”…”, pues anteriormente ya nos había relatado que utilizaban
dicha zona para llegar a La Puerta y no ser vistos por la carretera (más
transitada), atravesaban el caudaloso río por el paso de los carros y, tomando
el camino de El Sotiquín, arribaban a la iglesia, donde era prioritario y
protocolario adorar a mi tocayo, el Niño Jesús (dicho sea sin ánimo de comparar rangos).
Posteriormente, utilizando los caminos practicados en la
abundante nieve (por nuestro padres, con una simple pala), visitaban las casas
donde había niños y para ello seguían la siguiente ruta: de la iglesia se
dirigían hacia la calle de mi abuela
Justa y volvían a la calle principal, a la altura de la casa de mi tío
Francisco se desviaban hasta la viviendas de Gundo y mi tío Laureano, luego se
iban al barrio Abajo para retornar a la carretera, donde finalizaban el reparto
y proseguían rumbo a Éscaro (supongo que harán un alto en el parador y la
casilla, si hay niños).
Por otra parte, nadie escribe la carta (quizá por miedo a que no
llegue a tiempo, siempre hay mucha nieve), la comunicación con los reyes es
directa, pues solo hay que responder a una pregunta (¿qué le vas a pedir a los
reyes?) y nuestros padres trasladan las peticiones a los magos. Suele haber
demasiados fallos en la “trasmisión de mensajes” pues es habitual que nuestras
demandas se cumplan solo en parte, especialmente si hay bicicletas en la lista.
La víspera del día de Reyes le recuerdo a mi padre que es preciso
rehacer bien los caminos para que circulen los camellos sin problemas y, si fuera
necesario, mis hermanos y yo le ayudamos. Por la tarde, en compañía mis primos
Alfredín y Ramón, revisamos las idoneidad de los caminos abiertos en la nieve:
vamos hasta la iglesia, luego a casa de
nuestra abuela (se sonríe y refuerza nuestra motivación cuando le informamos
sobre nuestra actividad inspectora), la calle de escuela a casa del cura no
hace falta explorar pues no hay niños en ese tramo y tampoco en el que discurre
desde el huerto de Asela a la choricera; por la calle del barrio Abajo llegamos
hasta la casa de Nato (José Enrique nos saluda por la ventana y le respondemos
moviendo las manos) y finalizamos en la carretera que está limpia tras el paso
de la espaladora. El resto se halla en perfectas condiciones; está escampado:
esta noche hará frío pero no nevará y así los reyes no tendrán problemas de
desplazamiento (las pezuñas de los camellos asientan bien en la nieve helada).
Por la noche, nada más cenar, los tres hermanos nos vamos a la
cama rápidamente pero tardo en dormirme (por las expectativas mágicas). En la
quietud de la madrugada, el sonido de una esquila me despierta (es el camello
guía, la lleva para orientar al resto en la oscuridad y ante la copiosa nieve)
y, al cabo de unos instantes, oigo abrir la puerta del balcón, le siguen unos pasos
sigilosos para finalizar con el cerramiento del ventanal. De inmediato, a pesar
del insoportable frío ambiental, me levanto de la cama y abro el postigo de la
ventana para contemplar una escena inolvidable: en la claridad de una noche
estrellada y sobre la blanca nieve resaltan tres siluetas idénticas a las
figuras del belén que representan los Reyes Magos. Se están desplazando
lentamente, les sigo con la vista hasta perderlos y luego permanezco con la
oreja pegada al cristal para escuchar el sonido de la esquila (cesa unos
instantes: están dejando regalos en casa de mi prima Maribel) hasta que se
desintegra en la el silencio nocturno. Con el cuerpo tiritando regreso a mis
sueños.
Al amanecer, mi hermano Miguel Ángel nos despierta, saltamos de
la cama y corremos al pasillo, donde hallamos, depositados en el suelo: indios,
vaqueros, caballos, carrozas, escopetas de tapón de corcho, revólveres de pistones
y otros materiales escolares y ropas. Como nos imaginábamos, otra vez se les ha
olvidado la bicicleta y eso que nos daba igual que fuera de hombre, de mujer o
de niño.Después de desayunar, cuelgo mi escopeta al hombro y me voy a
casa de mis tíos para ver los regalos que les han traído a mis primas (a los
varones casi siempre nos dejan los mismos); veo a Pacita muy contenta con su
cocina y los cacharritos (ya está ideando numerosas recetas), a Maricruz
entusiasmada con sus muñecas y ropitas recortables (ofrecen muchas opciones de
vestimenta), a Irene emocionada con su “baby mocosete” (con todos los
accesorios y complementos: pañales, biberón, ropita,…), a su hermana mayor,
Ana, maravillada con su costurero (me enseña varias agujas, hilos de muchos
colores, tijerinas pequeñas,…), a Merche complacida con las camas y armarios
artesanales construidos por su padre, a Mariví (y el resto de primas)
ilusionadas con sus muñecas, vestiditos, estuches de pinturas Alpino (mejor si
son de dos pisos), zapatillas, zapatitos, leotardos, calcetines, pijamas, etc.
Al cabo de unos pocos días, volveremos a jugar con bolas de
nieve, palos, cuerdas, puntas, alambres, latas, calderos, vacas de salguera,…
en carros, leñeros, tenadas, portaladas, etc.
Jesús (el mediano de Toño y Enedina)
Maravilloso artículo de una noche de Reyes, unas veces poético, empezando por el título, otras descriptivo y siempre entrañable donde se manifiesta la emoción de un niño ante la espera y la ilusión de que los Magos de Oriente no se dejen amilanar por una copiosa nevada y pongan en cada puerta los regalos deseados.
ResponderEliminarQue bien describes las emociones y como los Reyes no siempre nos traían lo que pedíamos yo un día estaba enferma y desperté y vi al rey mago cuando colocaba los regalos con pesadillas demasiado dulce me gustaron los regalos pero me calle por si no me ponían más ojalá este año te TRAIGAN muchas cosas un abrazo
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