lunes, 2 de abril de 2018

NUESTRA HISTORIA JAMÁS CONTADA.



NUESTRA HISTORIA JAMÁS CONTADA.

Avanzaban las huestes vadinienses hacia el norte, procedentes de Bachende, que significa “senda de baches”, pues la vía abierta en el desfiladero presentaba un firme en mal estado debido al multitudinario tránsito de carros y personas. Al mando de las tropas se exhibe el rey Vadinio (apodado Vadi, en sus círculos más cercanos) y no olvidemos que este monarca dio nombre a su grupo étnico coetáneo. El ejército estaba formado por dos cuerpos, comandados por una aguerrida amazona (ascendida por su demostrada valía en el combate) y por un caballero de rancio abolengo, poco ducho en las operaciones bélicas. En realidad, advertimos que el respetado dirigente había implantado ya políticas de igualdad en las altas jerarquías.

Cuando la milicia alcanza la confluencia de dos caudalosos ríos, y con la intención de explorar los dos valles que se divisan, el soberano decide dirigir a sus legiones por rutas diferentes y otorgar la tierra conquistada a cada uno de sus generales; llegados a este punto, procedieron a repartir la suerte; ella escogió primero (era norma de caballeros) y, desenvainado la espada, dijo (en llionés antiguo): “yu uso ésta”, señalando hacia el espacio avistado a su derecha. El oficial superior, mostrando su conformidad, asintió: “ye la mía”, indicando los terrenos que se divisaban en su frontal izquierdo.



Mientras ésto ocurría, el cronista oficial no cesaba de anotar los hechos que sucedían y entre sus obligaciones también constaba la de bautizar provisionalmente los nuevos lugares. Y así reflejó en sus escritos que la denominación de los ríos Yuso y Esla se debe a las expresiones emitidas por los adalides en el momento de la elección, fusionando las dos primeras palabras en una: ”yu uso ésta” fue abreviado a Yuso y “ye la mía” se concretó en “Yela”. Por extensión, los valles regados por sendos ríos adquirieron el topónimo correspondiente: valle del Yela (renombrado Esla cuando se españolizó) y valle del Yuso, también llamado “tierra de la reina”; ésto se debe a que la conquistadora de ésta zona era la amante del rey y por ello los soldados la apodaban “la reina”.

El señor del Esla se interna en sus dominios ascendiendo por una prolongada barga hasta llegar a un altozano, dispuesto a modo de balcón; de repente, el dirigente eleva el brazo derecho formando un ángulo a la altura del codo, de inmediato todo se detiene y se hace un escrupuloso silencio: los cascos de las caballerías inmovilizados contra el suelo, las armaduras cesan de chirriar y no se percibe ni un murmullo. En esa profunda quietud todas las personas y animales permanecen extasiados, contemplando y disfrutando del amplio territorio que se extendía a su vista.



 Al cabo de unos minutos, el líder solicita la presencia del escribiente, al que dicta dos mandamientos con rango de ley:

1- “esi pueblín llámese PORTA PARADISUS per sempre”, en evidente alusión a lo que representa (la entrada a un mundo maravilloso). Siglos más tarde, en una razia del pueblo astur (procedente del norte), les fue arrebatado el segundo vocablo (paraíso) con la finalidad de elaborar un eslogan turístico. Por tanto, el nombre se redujo a Porta y fue transformado en LA PUERTA cuando el idioma español se impuso a las lenguas antiguas.

2- “in cerru situ in destra levantese gran pousada”. La finalidad era que todos los caminantes y viajeros pudieran contemplar la belleza del paisaje en sentido norte, sur y oeste, admirando el espectacular valle y las majestuosas montañas. A mediados del XX, otro caudillo ordenó convertir el vetusto alojamiento en un establecimiento hotelero más moderno, un parador.

En esta tesitura, un lugarteniente (de origen celta) emitió al aire: “bile deo” (buen dios) que era una expresión de asombro ante lo que veían sus ojos; equivaldría a la exclamación “¡dios mío!”. Esta frase iluminó al secretario para distinguir la zona más próxima como Bildeo, el cual comparte su raíz con Bilbao (“buen vado”).

Jesús (el mediano de Toño y Enedina).

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