DE LAS ABUELINAS A LOS NIETINES.
Es el día del Señor, mi
madre me ha bañado en el balde de cinc y vestido con la ropa de los domingos;
hay que ocupar tiempo hasta la hora de ir misa pero no puedo mancharme, ya me
lo ha recordado levantando el dedo índice: “mucho ojito con lo que haces”. En
esta tesitura, decido ir ver a mi abuelita; esquivando los numerosos charcos de
las calles llego hasta la casa, ubicada al final de pueblo y entro hasta la
cocina, donde se halla sentada en el escaño, al lado de la hornilla, relatando
“La pimpineja” a sus nietas mayores, Ana y Merche (ésta tiene una moña en su
regazo):
“Pim pineja,
el rabo la coneja,
conejita
real,
pide pa la sal,
sal menuda,
pide pa la cuba,
cuba de gallo,
pide pal caballo,
caballo montisco
pide pal obispo,
obispo de Roma
pide pa la gata,
la gata rabona de mi tía
Simona”.
En cuanto se acaba, les
hacemos unas coscas a las niñas. Luego ellas intentan repetir la secuencia,
pero siempre olvidan alguna frase, lo cual origina momentos divertidos.
Fernando permanece sentado
en la caliente trébede, tan tranche, escuchando la retahíla, hasta que la
anciana solicita su atención para cantarle la clásica canción de “Los cinco
lobitos”:
“Cinco lobitos, tiene la
loba,
cinco lobitos, detrás de
la escoba.
Cinco parió, cinco críó,
y a todos los cinco la
teta les dio”.
Finalizada la tonada,
juntos proceden a contar los dedos, despacio y de uno en uno, hasta el quinto y
después repasan el nombre de cada apéndice, cediendo la iniciativa al
chiquillo: pulgar, índice, corazón, anular y meñique.
Acto seguido le escenifico
otro relato que me ha venido a la memoria (señalando los dedos de la mano, pero
partiendo desde el menique para acabar en el pulgar):
“Éste fue al monte,
éste fue por leña.
éste encontró un huevo.
éste lo
frió
y éste
gordito todo se lo comió”.
Ahora
los dedos se mezclan mientras reproducimos la onomatopeya de comer: ñam, ñam,
ñam,…
Mientras tanto, Irene no
para de desplazarse en su tacatá, yendo y viniendo por todos los huecos de la
cocina; no me extraña que tenga un chinchón en la pochaquina y un dedo encañao.
Para evitar otro posible accidente le solicito que participe en un juego muy
sencillo; cierro los dedos de la mano dejando un hueco en el medio y le solicito:
“Mete el dedo que no está el perro,
que fue a por agua con un
caldero”.
En cuanto introduce el
dedo cierro la mano, imito el ladrido del perro varias veces (guau, guau, guau)
y le sorprendo: “ya ha venido el perro y te ha pillao”. Esto produce tal
sorprendente alegría en la pequeña que el resto de hermanos repiten el
pasatiempo con ella numerosas veces.
Al cabo de un rato les
propo
ngo otro entretenimiento y, para ello, le pido a la benjamina que extienda
la palma para “leer la mano” y, desplazando mi índice sobre ella, le recito:
“Por esta rayita que tiene
aquí,
la buenaventura te voy a
decir:
saca la lengua serrana (la
muestra y yo le digo:)
métela en culo marrana”.
Esta situación provoca
elevadas risas en la rapacería y sonrisas en los adultos (mi abuela y mi tía
Ana Mari, que escuchaban y observaban nuestros juegos con ternura mientras
hacían sus tareas).
La rapacina me insiste en
repetir varias veces la recitación (“”esu, ota”); se me ocurre añadirle en la
parte final otra gracieta: hago como que le arranco la punta de la lengua y le
muestro la punta del dedo pulgar entre el índice y corazón; posteriormente se
la vuelvo a colocar.
Ahora ella quiere leerme
la mano, con su lengua de trapo: “ayita tu tenes, voy deci, engua saca, culo
mete”. Le gustó tanto que debió echar la buenaventura a todo el pueblo y varios
familiares maternos de Riaño.
Han empezado a oírse las
campanas, que llaman a la oración de los fieles; tengo que ir rápido, hoy me
toca ayudar a misa, no sin antes desearles unas…
¡¡¡ FELICES FIESTAS,
PAISANOS!!!
Jesús (el mediano de Toño
y Enedina).
Que bueno , he recordado mí niñez he visto a mi querida abuela 👵🏼 contando y cantando lo aquí leído , gracias por revivir el pasado nunca olvidado , genial 😀
ResponderEliminar