sábado, 29 de abril de 2017

JUEGOS DE LA PUERTA: JUGANDO A CUBIERTO.


JUGANDO A CUBIERTO.

Cuando las condiciones meteorológicas son adversas (nieva o llueve, el frío ya está asumido) hay que resguardarse en las edificaciones disponibles: casas, cuadras y portaladas. Éstas últimas son las que más “juego dan” al permitirnos actividades múltiples como el brincar por los leñeros o escondernos en los troncos apilados verticalmente; el carro (estacionado correctamente) era objeto de varias actividades de fuerza y habilidad: porfías por levantar el cabezón a pulso hasta colocar el peón, subir y bajar por las ruedas o de un salto, arregallarlo individualmente, moverlo sin ayuda (empujando una rueda o tirando del cabezón), etc. Yo paso mucho tiempo entretenido con cuerdas: las amontono encima de una conejera, las introduzco en la boca (motivo de numerosas reprimendas), ato todo tipo objetos (especialmente el “calderín pequeñán”, palos, piedras, hierros, etc.) y otras actuaciones concebidas en mi imaginación infantil, como arrastrar cazuelas viejas o latas como si fuera un carro, colgar un bote a modo de balde, lanzar una piedra atada, etc.

Otra distracción habitual es recrear “vacas de palo”, las cuales elaboramos con ramas de salguera (el tronco constituye el cuerpo y la bifurcación forma los cuernos); el leño más grueso es el toro de la ganadería mientras que las ramas más finas representan los jatos y novillas. Por supuesto, nos esmeramos en conseguir el mejor ganado mediante el hábil manejo de la navaja en tareas de carpintería: quitar nudos, afilar cuernos, cantear extremos, rascar asperezas, etc. Incluso conseguimos vacas de raza pinta que logramos pelando la corteza a tramos. Nuestro entretenimiento es una simulación de la vida real: en el suelo marcamos con líneas las cuadras (aceas, pesebres, corredera) y las limpiábamos; también sacamos las vacas a beber, las echamos al toro, ponemos los jatos a mamar, compramos y vendemos reses, otras veces hacemos trueques, etc.





También solía invitar a mis amigos a “hacer tenading”, es decir: el desván de mi casa se comunica con la tenada de la cuadra adosada pues en ese tramo no hay pared medianera; ello nos permite practicar el “salto a la hierba” en diversas modalidades (de pie, de culo, de espaldas, con columbrete) y se vuelve más apasionante según baja el nivel de heno almacenado (hasta que ya no es consistente para amortiguar los cuerpos). Y la dificultad aumenta para empelingarse por la pared con el objetivo de alcanzar el nivel del desván y poder repetir sucesivos lanzamientos.

En ocasiones también competimos por subir a las tenadas, jugándonos el tipo delante de los cuernos de las vacas y con riesgo de caer pues la subida consistía en pisar el madero del pesebre (con la vaca atada), meter la puntera en un agujero o apoyarla sobre una madera vieja o una piedra saliente, impulsarte con ambas manos y/o pies, etc. Y ésto para sacar hierba con el garabito y echársela a las vacas y jatos, que es especialmente emocionante cuando se hace por el túnel practicado en la zona de los pesebres (siempre pensaba en el riesgo de hundimiento). Mi padre le alquilaba a Jandra la cuadra situada al lado de la casa de Marina y allí reside la vaca Montañesa que da mucha leche, suele parir dos crías, ya es mayor y no va a la vecera, y es gacha (cuerno hacia abajo); por ello, en uno de mis ascensos se enganchó mi pantalón en su pitón, causándome la rotura del corchete de la cintura y la cremallera de la bragueta. A efectos maternales, me lo rompió Miguel Ángel jugando “a pillar”. 






Alguna vez vamos a cazar pardales con nuestras pajareras, siendo un cazadero  habitual la solitaria portalada situada al lado de la era de Marina, la cual es propicia para la concentración de las aves ante la falta de comida (está todo nevado) y por hallarse alejada del centro. Colocamos las trampas en el suelo y subimos a la tenada para observarlas, manteniendo un absoluto silencio hasta que cae la presa. Había unas bandadas numerosas pero si los gatos hubieran tenido que vivir de nuestras capturas se hubieran muerto de hambre en dos días.
  
Después del oscurecer, nos juntábamos en casa de algún familiar o amigo para entretenernos hasta la hora de cenar, siendo habitual jugar al esconderite o “a pillar”; en algunas ocasiones también jugábamos a las cartas, especialmente al repelús, el cinquillo o el burro (¡menudos manotazos daba algunos!, pero era muy divertido). Nos entusiasmábamos tanto, que olvidábamos la noción del tiempo y regresábamos tarde a nuestra casa; después de varias amenazas de trancar la puerta por dentro, un día llegamos los tres hermanos y estaba todo cerrado, también las luces apagadas. A propuesta de mi hermano el mayor (había que respetar la antigüedad), nos dirigimos a la tenada y nos dispusimos a dormir sobre la hierba entresacada de la rimera y colocada a modo de colchón. De repente se oyen las risas de mis padres (recordad que la tenada está comunicada con el desván) que han estado escuchando nuestras conversaciones, incluidos los miedos de los más pequeños que eran calmados por el primogénito. Por supuesto, esta lección fue objeto de numerosas chanzas y recordatorios en nuestra infancia, juventud y “de mayores”.


También recuerdo, de aquellas frías tardes y noches, momentos muy agradables, escuchando historietas, acertijos, adivinanzas, retahílas, juegos interactivos, refranes, etc. que nos trasmitían los adultos: padres (los cuentos inventados de mi madre), abuelos (Justa, sentada al lado de la hornilla), tíos (Francisco, presidiendo la mesa, y Laureano, recostado sobre la trébede), vecinos (Asela, sentada en el escaño de mi casa), etc. y las mentironas que se inventaba mi tío Agustín sobre arriesgados episodios de caza, pescas imposibles, hazañas diversas, aventuras inimaginables, etc.


Jesús (el mediano de Toño y Enedina).

1 comentario:

  1. Jesús me haces recordar ese mundo que vivimos en la infancia....en Riaño el mismo que tú tan bien nos narras....sigue contando historias....

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