JUGANDO A CUBIERTO.
Cuando las condiciones meteorológicas son adversas (nieva o
llueve, el frío ya está asumido) hay que resguardarse en las edificaciones
disponibles: casas, cuadras y portaladas. Éstas últimas son las que más “juego
dan” al permitirnos actividades múltiples como el brincar por los leñeros o
escondernos en los troncos apilados verticalmente; el carro (estacionado
correctamente) era objeto de varias actividades de fuerza y habilidad: porfías
por levantar el cabezón a pulso hasta colocar el peón, subir y bajar por las
ruedas o de un salto, arregallarlo individualmente, moverlo sin ayuda
(empujando una rueda o tirando del cabezón), etc. Yo paso mucho tiempo entretenido
con cuerdas: las amontono encima de una conejera, las introduzco en la boca (motivo
de numerosas reprimendas), ato todo tipo objetos (especialmente el “calderín
pequeñán”, palos, piedras, hierros, etc.) y otras actuaciones concebidas en mi
imaginación infantil, como arrastrar cazuelas viejas o latas como si fuera un
carro, colgar un bote a modo de balde, lanzar una piedra atada, etc.
También solía invitar a mis amigos a “hacer tenading”, es decir:
el desván de mi casa se comunica con la tenada de la cuadra adosada pues en ese
tramo no hay pared medianera; ello nos permite practicar el “salto a la hierba”
en diversas modalidades (de pie, de culo, de espaldas, con columbrete) y se vuelve
más apasionante según baja el nivel de heno almacenado (hasta que ya no es
consistente para amortiguar los cuerpos). Y la dificultad aumenta para empelingarse
por la pared con el objetivo de alcanzar el nivel del desván y poder repetir
sucesivos lanzamientos.
En ocasiones también competimos por subir a las tenadas,
jugándonos el tipo delante de los cuernos de las vacas y con riesgo de caer
pues la subida consistía en pisar el madero del pesebre (con la vaca atada), meter
la puntera en un agujero o apoyarla sobre una madera vieja o una piedra
saliente, impulsarte con ambas manos y/o pies, etc. Y ésto para sacar hierba
con el garabito y echársela a las vacas y jatos, que es especialmente
emocionante cuando se hace por el túnel practicado en la zona de los pesebres
(siempre pensaba en el riesgo de hundimiento). Mi padre le alquilaba a Jandra
la cuadra situada al lado de la casa de Marina y allí reside la vaca Montañesa
que da mucha leche, suele parir dos crías, ya es mayor y no va a la vecera, y es
gacha (cuerno hacia abajo); por ello, en uno de mis ascensos se enganchó mi
pantalón en su pitón, causándome la rotura del corchete de la cintura y la
cremallera de la bragueta. A efectos maternales, me lo rompió Miguel Ángel jugando
“a pillar”.
Después del oscurecer, nos juntábamos en casa de algún familiar
o amigo para entretenernos hasta la hora de cenar, siendo habitual jugar al
esconderite o “a pillar”; en algunas ocasiones también jugábamos a las cartas,
especialmente al repelús, el cinquillo o el burro (¡menudos manotazos daba
algunos!, pero era muy divertido). Nos entusiasmábamos tanto, que olvidábamos
la noción del tiempo y regresábamos tarde a nuestra casa; después de varias
amenazas de trancar la puerta por dentro, un día llegamos los tres hermanos y
estaba todo cerrado, también las luces apagadas. A propuesta de mi hermano el
mayor (había que respetar la antigüedad), nos dirigimos a la tenada y nos
dispusimos a dormir sobre la hierba entresacada de la rimera y colocada a modo
de colchón. De repente se oyen las risas de mis padres (recordad que la tenada
está comunicada con el desván) que han estado escuchando nuestras
conversaciones, incluidos los miedos de los más pequeños que eran calmados por
el primogénito. Por supuesto, esta lección fue objeto de numerosas chanzas y
recordatorios en nuestra infancia, juventud y “de mayores”.
También recuerdo, de aquellas frías tardes y noches, momentos
muy agradables, escuchando historietas, acertijos, adivinanzas, retahílas,
juegos interactivos, refranes, etc. que nos trasmitían los adultos: padres (los
cuentos inventados de mi madre), abuelos (Justa, sentada al lado de la
hornilla), tíos (Francisco, presidiendo la mesa, y Laureano, recostado sobre la
trébede), vecinos (Asela, sentada en el escaño de mi casa), etc. y las
mentironas que se inventaba mi tío Agustín sobre arriesgados episodios de caza,
pescas imposibles, hazañas diversas, aventuras inimaginables, etc.
Jesús (el mediano de Toño y Enedina).
Jesús me haces recordar ese mundo que vivimos en la infancia....en Riaño el mismo que tú tan bien nos narras....sigue contando historias....
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