No conocemos Ordenanza alguna del Barrio de
La Puerta en el que se pudiera estudiar en profundidad sus veceras; de
cualquier manera, y a tenor de otras
Ordenanzas conocidas en el contorno, el tema de las veceras tiene un
ordenamiento muy generalizado en todos los pueblos de esta Montaña.
Era el Concejo de La Puerta quien regulaba
y tomaba acuerdos sobre las veceras, decidía abrir pastos para cada una de
ellas y acotaba otros para un uso posterior. A echar los ganados a la vecera
estaban sujetos todos aquellos vecinos que tuvieran animales de las especies
que se vezaban. La vez comenzaba en casa de un vecino determinado y avanzaba en
dos direcciones opuestas, la primera corrida que se guardaba en la primavera
partía de donde se hubiera quedado en el San Miguel del año anterior. Eran
muchas las veces que coincidía que teniendo la vez de una vecera, llegaba el
turno de otra, en este caso dependía de la época del año, si había personal
suficiente en una casa como para asumir
las dos se hacía, y si no se pasaba la vez a otra casa y se guardaba en cuanto
se quedaba liberado.
Excepto algunas veceras de ganado ovino,
ovejas y cabras, que duraban todo el año, las demás veceras se iniciaban con la
llegada de la primavera y duraban hasta el San Miguel, en el que se daban las
Derrotas, dependiendo este hecho de la fecha en que se acabaran de recoger los
patatas y apañar los otoños.
La primera vecera en organizarse era la
Cabaña, tenía su salido en el origen de la carretera del Parador, compuesta por
vacas de entre 2 y 4 años, vacas horras, a la que se añadían los novillos sementales
escogidos por la Junta de Ganaderos para la recría; la escasez de hierba en las
tenadas hacía que en cuanto el tiempo lo posibilitara este rebaño se subiera a
los pastos de Hormas, generalmente allá por el mes de marzo, no deshaciéndose
hasta el San Miguel con motivo de las Derrotas. Por cada animal metido en la
vecera se guardaba un día, la vecera era custodiada por dos pastores de
distinta casa; los animales pernoctaban durante toda la semana en las
proximidades de los pastos, aunque de noche se les encerraban en corrales
preparados para el efecto. Cada sábado al atardecer los cencerros de la cabaña
inundaban el pueblo, éste día la Cabaña bajaba a por su ración de sal y el
domingo a la mañana regresaban a sus pastos.
A finales de marzo también se ponía en
marcha de la vecera de añojos, terneros de más de un año, se les apacentaba
preferentemente en las laderas bajas y próximas al casco urbano, caso de
Puntaniella, los Cotorros y el Hoyo los Gues, respetando siempre las tierras de
labor. Por cada añojo una jornada de dos pastores de una misma casa cuidando el
rebaño, al menos uno tiene que tener más de 18 años. La vecera se deshacía
también cuando se daban las Derrotas, hacía el 7 de octubre.
Los jatos comenzaban más tarde y ninguno de
ellos pasaba del año; la jatera de La Puerta estaba situada en el término de La
Cuesta, allí, desde mediados de junio y a razón de un jato un día aprendían a
pacer bajo la atenta mirada de un único pastor. Esta vecera se unía a la de las
vacas hacía el 29 de septiembre.
Las veceras de vacas apenas tuvieron
presencia en este siglo, hasta la década de los 60 no funcionaron y a
principios de la siguiente dejaron de existir. Los 2 o 3 primeros años
funcionaron dos veceras de vacas: a una, cada vecino podía echar 4 animales,
esta estaba organizada en dos vacadas, una perteneciente al Barrio Arriba y
otra al Barrio Abajo, pacían los mejores herbazales. A la segunda, una única
vacada, iban las vacas restantes de cada vecino; Pozollao, Las Vallejas y
Hormas eran sus pastizales acostumbrados, no siempre bajaban a dormir, aunque
se las bajaba diariamente para su ordeño.
Esta estructuración parece ser que dio
lugar a la picaresca, y en algunos casos se produjo la división de ganados
entre los miembros de una misma familia con el fin de meter todas las vacas en
la primera vecera, ante esta situación se optó por una sola vecera dividida en
dos rebaños y buscando la equidad en el número de animales.
Por cada dos cabezas se pastoreaba un día,
por una la mitad. Desde mayo hasta las Derrotas por el San Miguel, dos pastores
de una misma casa cuidaban esta vecera. Durante este tiempo sólo se deshacía
con motivo de la celebración de las fiestas del patrón del pueblo, los días de
San Pedro y San Pedrín, estos dos días se cuidaban individualmente, el tercer
día ya corría la vez de nuevo. Saguas, Las Borías y las faldas del Yordas eran
algunos de los pastos destinados a su apacentamiento.
A las veceras de ovino les estaban vetados
los terrenos liberados tras dar las derrotas, y excepto las de corderos y
chivos que acababan el 29 de septiembre, las demás duraban todo el año,
pudiendo pasar algunos días seguidos sin salir por causa de la nieve. Tenían el
salido en el centro del pueblo, en el Barrio de Arriba, la de ovejas, única
para todo el pueblo, casi siempre contó con un pastor ajustado para su cuidado,
con el iba un vecino en vez, a razón de 1 día por cada cuatro ovejas. En época
de la paridera un tercer vecino, uno cada día, acompañaba al rebaño con la
misión de controlar y asignar los corderos. Las Borías, y algunos valles de
Hormas, en donde contaban con sestiles, eran los pastos más visitados.
Por dos corderos un día de corrida para un
único pastor, se soltaban en mayo por las camperas de encima la fuente La Canalina
y por La Cuesta, una sola vecera que
compartía pastos con los jatos. Con la vecera de corderos también iban los
carneros sementales escogidos para el servicio del Concejo. El día San Miguel,
los corderos se unían a la vecera de ovejas, dejando de considerárseles tal y
ser contabilizados como ovejas.
La vecera de cabras era la única que no
dependía directamente de la Junta de Ganaderos, esta vecera se organizó sobre
la década de los cuarenta y duró poco tiempo, en ella sólo intervenían aquellos
vecinos que tenían animales de esta especie. La mayor parte del tiempo lo
pasaban en el valle de Hormas, aunque también merodeaban los pastos siempre
frescos de las calizas. Se guardaban en la misma proporción que las ovejas y
solo contaba con un pastor; fue la primera vecera en desaparecer.
Miguel A. Valladares Álvarez
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