domingo, 20 de diciembre de 2015
sábado, 19 de diciembre de 2015
LA PUERTA: LAS VECERAS
LAS VECERAS.
No conocemos Ordenanza alguna del Barrio de
La Puerta en el que se pudiera estudiar en profundidad sus veceras; de
cualquier manera, y a tenor de otras
Ordenanzas conocidas en el contorno, el tema de las veceras tiene un
ordenamiento muy generalizado en todos los pueblos de esta Montaña.
Era el Concejo de La Puerta quien regulaba
y tomaba acuerdos sobre las veceras, decidía abrir pastos para cada una de
ellas y acotaba otros para un uso posterior. A echar los ganados a la vecera
estaban sujetos todos aquellos vecinos que tuvieran animales de las especies
que se vezaban. La vez comenzaba en casa de un vecino determinado y avanzaba en
dos direcciones opuestas, la primera corrida que se guardaba en la primavera
partía de donde se hubiera quedado en el San Miguel del año anterior. Eran
muchas las veces que coincidía que teniendo la vez de una vecera, llegaba el
turno de otra, en este caso dependía de la época del año, si había personal
suficiente en una casa como para asumir
las dos se hacía, y si no se pasaba la vez a otra casa y se guardaba en cuanto
se quedaba liberado.
Excepto algunas veceras de ganado ovino,
ovejas y cabras, que duraban todo el año, las demás veceras se iniciaban con la
llegada de la primavera y duraban hasta el San Miguel, en el que se daban las
Derrotas, dependiendo este hecho de la fecha en que se acabaran de recoger los
patatas y apañar los otoños.
La primera vecera en organizarse era la
Cabaña, tenía su salido en el origen de la carretera del Parador, compuesta por
vacas de entre 2 y 4 años, vacas horras, a la que se añadían los novillos sementales
escogidos por la Junta de Ganaderos para la recría; la escasez de hierba en las
tenadas hacía que en cuanto el tiempo lo posibilitara este rebaño se subiera a
los pastos de Hormas, generalmente allá por el mes de marzo, no deshaciéndose
hasta el San Miguel con motivo de las Derrotas. Por cada animal metido en la
vecera se guardaba un día, la vecera era custodiada por dos pastores de
distinta casa; los animales pernoctaban durante toda la semana en las
proximidades de los pastos, aunque de noche se les encerraban en corrales
preparados para el efecto. Cada sábado al atardecer los cencerros de la cabaña
inundaban el pueblo, éste día la Cabaña bajaba a por su ración de sal y el
domingo a la mañana regresaban a sus pastos.
A finales de marzo también se ponía en
marcha de la vecera de añojos, terneros de más de un año, se les apacentaba
preferentemente en las laderas bajas y próximas al casco urbano, caso de
Puntaniella, los Cotorros y el Hoyo los Gues, respetando siempre las tierras de
labor. Por cada añojo una jornada de dos pastores de una misma casa cuidando el
rebaño, al menos uno tiene que tener más de 18 años. La vecera se deshacía
también cuando se daban las Derrotas, hacía el 7 de octubre.
Los jatos comenzaban más tarde y ninguno de
ellos pasaba del año; la jatera de La Puerta estaba situada en el término de La
Cuesta, allí, desde mediados de junio y a razón de un jato un día aprendían a
pacer bajo la atenta mirada de un único pastor. Esta vecera se unía a la de las
vacas hacía el 29 de septiembre.
Las veceras de vacas apenas tuvieron
presencia en este siglo, hasta la década de los 60 no funcionaron y a
principios de la siguiente dejaron de existir. Los 2 o 3 primeros años
funcionaron dos veceras de vacas: a una, cada vecino podía echar 4 animales,
esta estaba organizada en dos vacadas, una perteneciente al Barrio Arriba y
otra al Barrio Abajo, pacían los mejores herbazales. A la segunda, una única
vacada, iban las vacas restantes de cada vecino; Pozollao, Las Vallejas y
Hormas eran sus pastizales acostumbrados, no siempre bajaban a dormir, aunque
se las bajaba diariamente para su ordeño.
Esta estructuración parece ser que dio
lugar a la picaresca, y en algunos casos se produjo la división de ganados
entre los miembros de una misma familia con el fin de meter todas las vacas en
la primera vecera, ante esta situación se optó por una sola vecera dividida en
dos rebaños y buscando la equidad en el número de animales.
Por cada dos cabezas se pastoreaba un día,
por una la mitad. Desde mayo hasta las Derrotas por el San Miguel, dos pastores
de una misma casa cuidaban esta vecera. Durante este tiempo sólo se deshacía
con motivo de la celebración de las fiestas del patrón del pueblo, los días de
San Pedro y San Pedrín, estos dos días se cuidaban individualmente, el tercer
día ya corría la vez de nuevo. Saguas, Las Borías y las faldas del Yordas eran
algunos de los pastos destinados a su apacentamiento.
A las veceras de ovino les estaban vetados
los terrenos liberados tras dar las derrotas, y excepto las de corderos y
chivos que acababan el 29 de septiembre, las demás duraban todo el año,
pudiendo pasar algunos días seguidos sin salir por causa de la nieve. Tenían el
salido en el centro del pueblo, en el Barrio de Arriba, la de ovejas, única
para todo el pueblo, casi siempre contó con un pastor ajustado para su cuidado,
con el iba un vecino en vez, a razón de 1 día por cada cuatro ovejas. En época
de la paridera un tercer vecino, uno cada día, acompañaba al rebaño con la
misión de controlar y asignar los corderos. Las Borías, y algunos valles de
Hormas, en donde contaban con sestiles, eran los pastos más visitados.
Por dos corderos un día de corrida para un
único pastor, se soltaban en mayo por las camperas de encima la fuente La Canalina
y por La Cuesta, una sola vecera que
compartía pastos con los jatos. Con la vecera de corderos también iban los
carneros sementales escogidos para el servicio del Concejo. El día San Miguel,
los corderos se unían a la vecera de ovejas, dejando de considerárseles tal y
ser contabilizados como ovejas.
La vecera de cabras era la única que no
dependía directamente de la Junta de Ganaderos, esta vecera se organizó sobre
la década de los cuarenta y duró poco tiempo, en ella sólo intervenían aquellos
vecinos que tenían animales de esta especie. La mayor parte del tiempo lo
pasaban en el valle de Hormas, aunque también merodeaban los pastos siempre
frescos de las calizas. Se guardaban en la misma proporción que las ovejas y
solo contaba con un pastor; fue la primera vecera en desaparecer.
Miguel A. Valladares Álvarez
martes, 15 de diciembre de 2015
lunes, 14 de diciembre de 2015
¡¡¡YA TENEMOS NIEVE EN LA PUERTA!!!
YA TENEMOS LA NIEVE EN LA
PUERTA.
El día de la feria de noviembre fui con mi padre, arreando una
vaca que llevaba para venderla; se notaba el frío mañanero al percibir
claramente el aliento que exhalaban las personas y las vacas; en pocos días, el
blanco que coloreaba las cumbres de montañas y sierra ha ido tiñendo los
bosques y valles hasta descender a la puerta de nuestras casas.
Algunas noches de principios de diciembre ha helado lo
suficiente para producir una resistente capa sobre los charcos, que abundan por
doquier y desgastamos a base de deslizarnos sobre ellos; además de este patinaje
practicamos uno de superior calidad en la inmensa pista que se forma en la
presa, al lado del puente y enfrente del
lavadero, donde el cauce se ensancha. Aquí coincidimos numeroso amantes de los
resbalones (desconocemos eso de las piruetas), nos caemos y nos levantamos, reímos
y lloramos, nos golpeamos las piernas (cuidado con las culadas y morradas),
alguno hace agujeros para que otros metan la pata, etc.; todos acabamos mojados
y con algún moratón (ningún esguince ni rotura).
Y también se crean otros suelos para el deslizamiento donde se
acumula agua por cualquier circunstancia, como enfrente de la casa de Leandro,
en la esquina donde confluyen la calle del barrio Abajo y la que proviene de la
casa de Genoveva. Y refiero ésta, porque hace unos días, patinado con la botas
de regar de mi padre (las típicas
verdes), me di un morrazo tremendo (cada vez que recuerdo la escena me duele);
por supuesto, no le he dicho nada a mis padres. Eso pasa por utilizar el
calzado inadecuado: botas muy grandes, nos llegan a las ingles, no se puede
doblar la rodilla, no tienen cuchillas debajo, etc.
También han empezado a caer los primeros copos de nieve, está
todo blanco y nada más salir al recreo vamos a mear detrás de la escuela para
hacer figuras en la nieve, moviendo diestramente la pirulina. Debido a la
capacidad de nuestras vejigas y el frío glacial, esta actividad no se
prolongaba demasiado e, inmediatamente, nos vamos a las tierras de El Cuarno
para “hacer el santo” repetidas veces. Al volver a la clase nos reunimos
alrededor de la estufa, extendiendo las manos por encima de ella.
Pero la actividad que nos presta es el descenso en esquíes o
trineo (ambos artesanales) y casi siempre “en recto”, siendo las zonas más
habituales el Hoyo de la Cuesta o Prao Cavao. La primera es peligrosa, por la
pendiente,pero atractiva por la velocidad que se coge, aunque, en ocasiones, tras
lanzarnos por un ribón, aterrizamos encima de una escoba o, como me paso a mí, de
un espino con el siguiente resultado: la ropa hecha jirones y sietes, las manos
y la cara con numerosas perforaciones y arañazos, duele todo el cuerpo, el
trineo en paradero desconocido, etc. Ese día acabé encima de la trébede
(castigado sin salir), en calzoncillos, con numerosas marcas de mercromina y se
distinguían varias formas de una suela en mis nalgas.
Por supuesto, las guerras de bolas son frecuentes en cualquier
escenario (calles, huertos, portaladas, corrales, etc.), respetando las chicas
(excepto las que son expertas en el lanzamiento atinado) y edades (algunos mayores
hacen las bolas muy duras y hay que parapetarse o esquivarlas). Nos divertimos
mucho: unas veces provocando la batalla y otras respondiendo a las agresiones;
pero nunca duraban mucho las hostilidades ya que los guantes escaseaban y al
finalizar había que echar aliento a las manos o (si no calentaban) entrar
directamente a la lumbre. Una vez entonados procedía volver a patrullar las
calles en busca de nuevos enemigos o lanzar las bolas a los carámbanos que
colgaban de los aleros (esto lo hacíamos para ver quien acertaba con el más
grande, aunque también nos preocupaba algo nuestra seguridad).
Una tarde, con anterioridad al día de
Navidad, fuimos tres niños (Ramón, Alfredo y yo, pero no estoy seguro), con mi
tío Agustín, al pinar para cortar y traer tres árboles de Navidad, una para
cada casa (Carmen, Enedina y el susodicho). En el camino de ida nos contó
detallados relatos con el oso como protagonista (costumbres, comportamientos
agresivos, precauciones, etc.), incluyendo historias reales de enfrentamientos
con humanos de los pueblos cercanos y en las que habían resultado heridos o
casi muertos. En el trayecto de regreso, bajábamos arrastrando cada uno su
árbol y mi tío dice que va a mear detrás de unas escobas, pero que sigamos
descendiendo poco a poco (había bastante nieve y estaba oscurecido). Al poco
rato, los tres primos, oímos chasquear ramas (inmediatamente pensamos que sería
un oso) y, sin mediar palabra, dejamos los árboles y echamos a correr cuesta
abajo. Al poco rato, mi tío se descubrió (nos llamaba a gritos) y se
desternillaba (alguno dijo: “que tío más tocho”). Por supuesto, ya tuvimos
cantinela hasta llegar a casa y fuimos objeto de chanzas en numerosas ocasiones
más.
La víspera de Nochebuena pasé por casa de mis tíos para ver el
árbol decorado y por el camino me encontré con varias personas, las cuales me
decían “Feliz Navidad”. Por la noche, antes de dormir, mi madre nos solía
contar cuentos o aventuras (reales e inventados) y le pregunté por qué
expresaban alegremente esos deseos de felicidad; su respuesta se basó en la
festividad de los días venideros y la importancia de vivirlos en familia.
Aquella noche tuve un sueño que se puede resumir así:¡FELIZ NAVIDAD A TODO EL
MUNDO!
Jesús (el mediano de
Toño y Enedina).
sábado, 12 de diciembre de 2015
miércoles, 9 de diciembre de 2015
NOTAS SOBRE NUESTROS EMIGRANTES (1)
NOTAS SOBRE NUESTROS EMIGRANTES (1)
JOSÉ PÉREZ DÍEZ e ISIDORO PÉREZ DÍEZ
JOSÉ PÉREZ DÍEZ e ISIDORO PÉREZ DÍEZ
José Pérez Díez e Isidoro eran hijos de Manuel Pérez Grande y de Leocadia Díez Rodríguez; Manuel era a su vez hijo de Juan Manuel Pérez y Juana Grande, vecinos ambos de Besande. Por su parte Leocadia era hija de Martín Díez y Teresa Rodríguez, los dos de La Puerta. Jose nació en 1885, mientras que Isidoro lo hizó 4 años más tarde, 1889. Para los más despistados, decir que ambos eran hermanos de Leandro.
De José Pérez, poco puedo decir, yo al menos no le conocí, aunque sé que durante un viaje a La Puerta tuvo la desgracia de fallecer a boca de Camiñón. De Isidoro, el padre de Jandra, guardo algún vago recuerdo, recuerdo que se centra en alguna visita junto al abuelo, el Caminero de La Puerta, al prado del Regachín, algún problema con el cierre del prao, el abuelo llevó durante muchos años el capital de Isidoro, así como la cuadra, que más tarde llevaba Marino, el marido de Jandra, junto a casa Marina.
CECILIO RODRÍGUEZ SUERO
Cecilio Rodríguez Suero nació en La Puerta en 1890; era hijo de Simón Rodríguez Pedrosa y de Segunda Suero Valbuena, esta última de Éscaro e hija de Tomás Suero y Rosa Valbuena, ambos de Éscaro; mientras que Simón era hijo de José Rodríguez, de La Puerta y Petra Pedrosa de Éscaro. Cecilio tenía un hermano gemelo Pedro.
Los tres citados, José, Isidoro y Cecilio emigraron prontamente a Estados Unidos, la verdad es que no sé muy bien el medio empleado ya que no figuran en los registros de la Isla de Ellis, lugar por el que pasaban todos los emigrantes que entraban en U.S.A. Lo que sí he podido investigar es algo de lo que fue su estancia en los Estados Unidos.
Dije que prontantamente emigraron ya que los norteamericanos entraron en la 1ª Guerra mundial en 1917, y esta acabó en 1918, y como podemos ver en los documentos que aporto, los tres se presentaron voluntarios para esta guerra. No llegaron a ir, pero me imagino que con este alistamiento mejorarían su estatus en el país. El alistamiento se produce en el Estado de New York, no confundir con la ciudad de su mismo nombre, concretamente en la ciudad de Niagara Falls (1) como observamos en las fichas los tres trabajaban en la misma empresa química Unión Carbide Company, famosa por el desastre de Bopal (la India) en 1894.
(1) Los alistamientos dependían por entonces de los distintos estados y no de gobierno de la nación.
Miguel A. Valladares Álvarez
lunes, 7 de diciembre de 2015
domingo, 6 de diciembre de 2015
jueves, 3 de diciembre de 2015
ÉRASE UNA VEZ...LA PUERTA
ÉRASE UNA VEZ… LA PUERTA.
Aunque pueda parecer que voy a contar un cuento, les adelanto
que me refiero a un lugar real, donde hemos nacido “los de La Puerta”, que
existe en nuestra memoria y que pervivirá mientras nosotros lo recordemos y lo
traspasemos a nuestros descendientes, amigos, vecinos, conocidos, etc. Nuestro pueblín
se ubica en un entorno incomparable de la Montaña Leonesa, rodeado de grandiosas
montañas, verdes bosques, frondoso pastos y fértiles valles, formando paisajes
sublimes que han cautivado a numerosos viajeros y turistas que han venido por
esos lares.
El núcleo urbano se halla a la orilla de la
carretera por la que pasa el coche de línea (hace la ruta diariamente entre
León y Acebedo); a un kilómetro de Riaño (el pueblo grande) y tres de Éscaro,
situado al final de la recta. Alrededor del pueblo tenemos, al norte, la
Vegarriba (Vega de Arriba) y, sur, la Vegabajo (Vega de Abajo); al este, tras
la carretera, hay lugares tan significativos como el Salido los Jatos, la
Cuesta (famosa por el Hoyo, la Choza, esquí con cartones,…), el puente de la
Rebisquera y la fuente de La Canalina (parada obligatoria para los caminantes y
muchos vehículos). Y, al oeste, El Sotiquín y el caudaloso río Esla que nos
proporciona todo el agua necesaria para regar (praos, huertos y macetas), lavar
la ropa, limpiar (cuadras, madreñas y aperos), beber (los animales y muchas
personas), pescar (truchas, peces, cangrejos y renacuajos), etc.
Para obtener el agua, se hace un resistente puerto en el río, a
la altura de La Marnia; desde aquí, el caudal discurre a través de una cuidada
red de presas y calces para retornar, el sobrante, al final de la vega de
Bildeo. Dentro del casco urbano, el agua llega por el calce aledaño a la casa
de Nati y, a la altura de la iglesia, se divide en tres ramales por medio de
otras tantas compuertas, que permiten elegir el caudal y la dirección hacia la
Vegabajo, la casa de Agustín o el Barrio Abajo (por la escuela y las casas de
Asela y Fermín). El resto del pueblo accede al agua por el arroyo de El Regachín
o en la presa que circula en paralelo a la carretera desde La Calcada hasta por
bajo El Muro Largo.
El pueblo está dividido en cuatro barrios (el de la carretera, el
de Arriba, el de Abajo y el de la Iglesia (Barrio San Pedro), comunicados por tres vías principales:
la Gran Vía (cruza la población desde el puente hasta la iglesia), la
circunvalación LP-30 (parte de casa de Francisco, pasa por la del cura y confluye
con la anterior detrás de la escuela), la Alameda del Cementerio (parte del
puente y acaba en dicho lugar). También hay otras calles y callejas que nos
sirven para atajar los trayectos, mear contra las paredes, vaciar los orinales,
huir de los perseguidores (jugando), etc.
Por supuesto, las calles no están asfaltadas, pero no lo echamos
de menos aunque las piedritas y tierra se incrustan como aguijones en las
heridas de manos y rodillas; además, si llueve se forman charcos y barro, hay
que usar las madreñas, los niños jugamos a saltarlos, nos mojamos, los padres
nos regañan (a veces, cae una tunda), etc.; pero cuando se cubre todo de nieve
las calles están preciosas y no se percibe el firme del suelo.
Las casas se suelen construir adosadas con la cuadra y la
portalada, pero también hay viviendas unifamiliares (María -la madre de
Marina-, Piedad), pareadas (Gundo y Modesta, María y Alberto), con parcela
(huerto o jardín, como la de Leandro, Asela o Paz), con negocio (Gil, Jandra,
Flora), etc.
Las viviendas, en su mayoría constan de dos plantas, cada una
con cuatro estancias y sus respectivos ventanales: en la baja se ubican la
cocina, un comedor, una bodega o despensa y otro cuarto para almacén; en la
superior se habilitan 3 o 4 dormitorios (se corresponden con las estancias
inferiores) y por encima el desván. De algunas fachadas sobresalen balcones o
galerías y se adornan con plantas de temporada; no obstante, al lado de todas
las puertas de entrada se ubica un banco (madera, piedra, cemento) que invita a
la charla vecinal en días soleados y a la hora del fresco veraniego, realizar
tareas sedentarias (remendar alguna prenda), descansar los abuelos, etc.
En las cuadras (solas, pareadas o adosadas)
también encontramos dos plantas: la tenada, en la parte superior, conforma un
espacio diáfano, el cual sirve para almacenar la hierba que comerán las vacas
en el invierno; en la planta baja hay varios espacios: las aceas (para vacas y
terneros), la corredera, el pesebre, las cortes, conejeras y el gallinero.
También hay una parte de la corredera usada como letrina, pero sin mobiliario.
La puerta de la cuadra carece de cerradura, bloqueándose con un clavijo, al que
se accede metiendo la mano por el cuarterón. Como cuadras singulares resalto
los toriles (con tres establecimientos individuales para cada animal) y la
cuadra del verraco, situada al lado de la casa de Andrés, enfrente de la casa
de María, la madre de Ángeles.
Al lado de la cuadra y/o casa no puede faltar la portalada pues
tiene una gran utilidad para resguardar el carro, la segadora, los picos,
aperos, la leña (trambos, llatas, palos, gromos, serrín) y donde los perros
montan su dormitorio. Para los niños es un lugar de juegos cuando hace mal
tiempo y para los jovenzuelos se convierte en lugar de reunión y charla, tanto
de día como de noche, especialmente la de Eusebio.
Otra instalación, que abastece de agua para beber (sin saber si
es potable o no, pero se ha usado siempre), serían los pozos, que se hallan en
el interior de la vivienda o en las inmediaciones. De ellos se extrae el agua al
modo tradicional o por medio de una bomba de mano que se carga con el tanque,
tiene como manguera una cámara de bicicleta y hay que darle al mango, hacia un
lado y otro sin parar, hasta llenar el balde.
Tampoco olvido mencionar ciertas construcciones, calificables
como singulares: la valiosa iglesia, el dominante parador, la escuela primaria,
la colosal sierra, la productiva choricera, la apartada casilla de Ito y Sole,
el famoso gallinero de Genoveva, los solitarios invernales de Hormas, el simple
chozo de Borín y el imprescindible potro de herrar. Años después se levantará
un pilón enfrente de la casa de Francisco.
Otros lugares característicos e
inolvidables son: la fuente de la Canalina, el Salido de los Jatos, los puentes
(La Escalera, el de la entrada al pueblo, La Rebisquera, el de la bolera) y
pontones, la zona de la choza carnavalera, la cuesta enfrente de la casa de
Jandra (tirarnos por la pendiente sentados en cartones), las zonas de baños (El
Pozo El Canto y El Sotiquín), las eras, incluida la de Marina (también usadas
para jugar al fútbol), El Pinar, las cuevas de Campaneo y La Telaya, los
aboneros de El Regachín, los praos del toro, etc.
Jesús (el
mediano de Toño y Enedina).
miércoles, 2 de diciembre de 2015
martes, 1 de diciembre de 2015
LA PUERTA EN LA EDAD MEDIA
LA PUERTA EN LA EDAD MEDIA
Anteriormente hemos visto los distintos asentamientos que hubo en los
términos de La Puerta, ahora se trata de ver cuando estos son mencionados como
entidades locales. La primera mención encontrada está datada a finales de la Alta
Edad Media, siglos del V al X, mientras que las siguientes menciones
corresponden al periodo denominado Plena Edad Media, primer periodo de la Baja
Edad Media siglos XI al XIII.
La primera mención es referente a
Puntaniella (Pontanella) y tiene por fecha el año 962, el citado documento
figura en los Documentos de la Catedral de León (1).
Según el citado documento, en ese
año Eldereuda dona a Godesteo Menéndez y a su mujer Ledegundia la mitad de su
herencia que ésta posee en Pontanella, puntualizando que se encuentra junto al
río Esla.
La segunda mención data de
principios de la Baja Edad Media, concretamente del año 1005, también
relativa a Puntaniella, una heredad que perteneció a Petro Gaianiz (2). El 5
de marzo de 1096, la familia Adefónsez, Jimena y sus hermanos Cet y Gonterodo,
donan al monasterio de Carrión una propiedad en La Puerta, " In Porta, in Rianno, diuisa de Gonterote
Alfonso, cum domos et hereditate sua, ab integro" (3).
En Enero del 1107 vovemos a
encontrar documentalmente a La Puerta, un tal Aurovellito dona dos divisas
una en La Puerta y otra en Riaño, también se menciona el poblado de Pielagos
de la Foz, del que hablaremos más adelante (4). El 1 de mayo del 1110 La
Puerta y Puntaniella aparecen en otra donación al Obispo de Oviedo; además de
estas también se incluyen propiedades en La Frenzosa (Riaño) y Anciles, "Do adhuc predicte sedi territorio Rianio
in uillas que uocita ut Ueruenzosa et illa Porta et in Pontanella et in
Anziles mea portionem ab integro".(5)
El 19 de octubre del 1189 la Condesa Urraca, esposa del Conde Froila
de la casa Traba, una familia de origen gallego con un gran poder en el
transcurso de los siglos XI y XII, dona al Monasterio de Benevivere muchas
heredades situadas en muchos lugares entre los que se encuentra el pueblo de
Hormas. Este documento, unido a los otros anteriores, es crucial para
hacernos una idea de la montaña en los siglos XI y XII, ya que con ellos se
puede elaborar un mapa de los pueblos que por entonces existían en la zona,
la mayoría de los cuales aún existen en la actualidad. Así en este documento,
y referidos al área de Riaño y alrededores encontramos los siguientes pueblos: en 1107, como hemos visto
anteriormente, se menciona a Pelagos (Pielagos) de la Foz, un pueblo que
estuvo situado entre Anciles y Liegos, posiblemente en la proximidad de la
boca del valle de Llorada; también, en el mismo documento encontramos otros
pueblos como Ueruenzosa (La
Frenzosa), illa Porta (La Puerta), et in Pontanella (Puntaniella), et in
Anziles ( Anciles); a estos hay que añadir los que se mencionan en este
documento: in rianno (Riaño), in laguer (con el Val delante
Vallargue, Vallarque) in formas
(Hormas) in ferrerola ( próximo a Boca
de Huérgano), in carande, in gupde
(Huelde). Lo dicho, todo un mapa de la época. (6)
Cierra la denominada Plena Edad Media un
documento (7) del año 1221 en el que Don Nuño Froilaz de los Flaínez, una
de las familias más fuertes del reino, quien junto con su mujer Dña Mayor
hacen una donación a la Orden de
Santiago de sus heredades en Pedrosa y
La Puerta.
Miguel A. Valladares Álvarez
(1) Catálogo de los Códices y
Documentos de la Catedral de León publicados por Zacarías García Villada.
(2) (3) A. H .N.,
clero. Bec, Sah., f. 138v-139.
(4) COLECCION DIPLOMATICA DEL
MONASTERIO DE SAHAGUN DOC. 1150 MARTA HERRERO.
(5) A.H.N.
(6) A.H.N. Benevivere, 1691/12
|
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(7) Riaño Cinco Villas. José Mª
Canal Sánchez-Pagín. A.H.N., Códices, nº 1045-B. Tumbo menor de la Orden de Santiago.
domingo, 29 de noviembre de 2015
ESCENAS DE LA PUERTA: LAVANDO TRIPAS EN EL ARROYO SAN JOSÉ
Lavando tripas en el arroyo San José, al fondo La Casilla de Camineros.
Eulogio Álvarez Álvarez; Fidel Valladares Rojo; Ángela Álvarez González; Áurea González Salán; Laudelina Álvarez González y María Rojo Díez.
GENTE DE LA PUERTA 2
Ana Álvarez Álvarez; Miguel Valladares Álvarez; María del Mar Álvarez Alonso; Rafael Álvarez Alonso; Araceli Valladares Álvarez; Ana María Valladares Álvarez y Ana Belen Álvarez Alonso
lunes, 23 de noviembre de 2015
domingo, 22 de noviembre de 2015
ASENTAMIENTOS EN LA PUERTA (y 3)
ASENTAMIENTOS EN LA PUERTA 3
Además de los ya mencionados
establecimientos de Puntaniella y Sanctiago de Formas (Hormas), al menos
encontramos otros tres asentamientos más en La Puerta, dos de ellos bien
documentados, mientras que un tercero ofrece serias dudas de su
ubicación.
Documentado en el Becerro de Las
Presentaciones de la Iglesia de León, relativo al Arciprestazgo de Burón, tanto
en el correspondiente al año 1448 como al de 1468, está San Cipriano, que en
ambos documentos figura como dependiente de la iglesia de Riaño. Esta iglesia
se ubicaba a boca del valle de Camiñon, un valle con escasa pendiente y en la
que en su parte baja se formó una pequeña meseta a modo de morrena producida
por los arrastres sedimentarios que, paulatinamente fue recortada por la acción
del río. Topónimos como La Rampa la Ermita, las tierras de San Cipriano, a
ambos lados de la carretera que unía La Puerta con Éscaro, han perdurado hasta
nuestros días. El hecho de que no exista documentación referente a esta iglesia
a partir de 1468 hace pensar que es posible que su actividad no sobrepasara el
siglo XV, teniendo en cuenta que ya en 1448 se dice de ella “Sant Cibriano. Solia dar III sueldos en
procuración”. En cuanto a las propiedades de esta iglesia parece ser que
hubo ciertas controversias y Éscaro y La Puerta se las disputaron, finalmente
fue La Puerta quien dispuso de ellas.
San Pedro de la Porta, la
ubicación de esta iglesia no ofrece ninguna duda, pues perduró hasta que fue
desmontada y trasladada al nuevo núcleo de Riaño. Al igual que la de San
Cipriano figura en el Becerro de Las Presentaciones de la Iglesia de León, relativo
al Arciprestazgo de Burón. Su construcción se data en el siglo XIII, aunque es
posible que fuera una reedificación y por tanto anterior a este siglo.
Posteriormente se realizaron algunas obras que se han datado en el siglo XIV. Esta
iglesia ya existía en 1235 según el I Becerro de las Presentaciones, del que se
copió el editado en 1448 y en el que figura como “Sant Pedro de la Porta. Del arcedianazgo. Tercia al obispo; e I sueldo
en procuración”.
Y por último el más enigmático de
todos San Juan de La Puerta, ningún topónimo nos ayuda a una posible
localización y cualquier intento de ello entra en el campo de la especulación.
Esta iglesia la menciona el padre Escalona en su historia de la Abadía de
Sahagún, y dice que ya existía en el año 1080 y que estaba unida a la de San Esteban y Santa Engracia en Riaño. Vuelve a
aparecer documentalmente nueve años más tarde cuando ambas se agregan a la
Abadía de Sahagún. Sólo hay un resto arqueológico que no corresponde a ninguno
de los yacimientos mencionados, El Cascantal, en la Vega de Abajo, en donde se edificó
el cementerio y en el que aparecieron restos de enterramiento durante su
construcción. Ubicar San Juan en este lugar es aventurado, hay que tener en
cuenta el desplazamiento del río hacía la falda del Llordas; tanto de forma
natural como consecuencia de los obras realizadas a la hora de hacer la
carretera a finales del siglo XIX, obras hidrológicas que acabaron comiendo
mucho terreno tanto en el Villar, Barroso o el Andrinal, lugar por el que pasaba
el Camino Real.
Miguel A. Valladares Álvarez
jueves, 19 de noviembre de 2015
PASABAN POR ALLÍ Y QUEDARON RETRATADOS PARA LA HISTORIA
JUVENTUD DE LOS 70
1ª Fila de izq. a dcha: Julian Valladares; Roxana Gutiérrez; Rosa Mª Valladares y José Alejandro Gutiérrez.
2ª Fila de izq. a dcha: Valentín Presa y Mª Engracia Presa.
3ª Fila de izq. a dcha: Francisco Álvarez; Mª Cruz Álvarez; Carmen González y José Roman Valladares.
martes, 17 de noviembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
LA PUERTA: FOTOS CON HISTORIA
Foto que no necesita palabras:
La nº 5 no es Begoña García Álvarez, sino su hermana Concepción García Álvarez
ASENTAMIENTOS EN LA PUERTA (2)
ASENTAMIENTOS EN LA PUERTA (2)
Santiago de Hormas, es un pueblo que
se documenta en los años 1189, 1250, 1448 y 1468. Este pueblo se ubicó en el
término de Los Casares en el Valle de Hormas; en el documento fechado en 1189
aparece como Formas a secas, mientras que en los demás documentos lo hace como
Sanctiago de Formas. Su iglesia probablemente estuviera situada a boca de Los
Casares, en su intersección con la valleja de Ridescaro. Restos del poblado aparecieron
cuando se hizo la traída de agua para el Parador Nacional de Turismo, en
concreto arrabio, restos de fundición de metales; también aparecieron restos de
enterramientos frente al Invernal del tío Facundo Alonso, a boca de Valdeloseros.
19 de octubre de 1189. La condesa doña Urraca González, noble
gallega, de la familia de los Condes de Traba, y esposa del conde Froila
Ramirez, da a la Abadía de Sta Mª de Benevivere la tercera parte del Monasterio
de San Martín de Pereda y de la villa de Pereda, con heredades en más de 30
pueblos casi todos en la región de Riaño.
Archivo.Histórico.Nacional. Benevivere, 1691/12
In nomine patris et filii et spiritus sanctii,
amen. Dicente scriptura cognovimus quod sicut aqua extinguit ignem ita
helemosina extinguit peccatum. Et iterum. Date helemosinam et omnia munda sunt
uobis. His rationibus et aliis quam pluribus adducta ego comitissa dona urraca
gundissalui uxor comitis frole cum uoluntate et consensus ipsius uiri mei dono
deo et ordini de beneuivere et uobis domno Paschasio eiusdem loci abbati et
fratribus uestris in christo presentibus et futuris terciam partem de
monasterio sancti martini de pereda et terciam partem de ipsa pereda et de
valle de argoueio cum sua hereditate et suis hominibus e las fontes et in alior
ecclesiam cum suo monasterio et sua hereditate et in robro, in ualbona, in
cegera et in loes, in islaredo, in las fontes, in anziles, in rianno, in
laguer, in formas, in ferrerola, in carande, in
gupde, in valleon, sanctus sebastianum cum suis hereditatibus, et cayn, et
castro, in riba esla, carvaiar del comite, in fontanella, sorila, in uerdiaio, in villa liandre, in uega, in cremanes, in
corniero, in primalias, in sancto cristoforo, in nouanca, in sancto felice, in
uegamian, uado cum sua casa et sua hereditate, e suis riuis in campo sanctam
crucem cum sua ecclesia et sua hereditate cum suis riuis montibus et exitibus
in loborios, tota tolibia de iuso. Hec omnia prenominata dono et concede
monasterio Sancte Marie de Beneuiuere iure hereditario habenda et libere et
quiete in perpetuum possidenda, cum montibus, fontibus, pascuis, pratis, riuis,
molendinis et locis molindinorum cum ingressibus et egressibus, et cum ómnibus
directuris et pertinentiis suis.
Las menciones del pueblo de
Hormas en los años 1250, 1448 y 1468, son en los tres casos menciones del
Becerro de Las Presentaciones de la Iglesia de León, concerniente al
Arciprestazgo de Burón. El dato más concluyente de estos documentos es que
probablemente en torno al año 1448 el pueblo ya estaba abandonado o
semi-abandonado, ya que al referirse a su iglesia el documento certifica “Sanctiago de Formas. Solia dar dos sueldos
de procuración e diez sueldos de censos, e agora non da nada porque es yerma”. Esta
iglesia aún se menciona 20 años más tarde, pero posiblemente el pueblo ya estuviera
deshabitado.
Miguel A. Valladares Álvarez
miércoles, 11 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
OTRAS HISTORIAS DE NUESTRA IGLESIA
OTRAS HISTORIAS DE NUESTRA IGLESIA.
Años 60. En la iglesia de nuestro pueblo se
celebraban los acontecimientos habituales (misas, rosarios, catequesis, bodas, bautizos,
comuniones, funerales, avisos con las campanas, etc.) y otros no tan
corrientes, como que Goyo (el de Fermín y Domitila) celebrase su primera misa
el mismo día que mi primera comunión. Pero yo quiero recordar las
acontecimientos, sencillos y cotidianos, que ocurrían alrededor de la iglesia,
como los juntorios de todo el pueblo, que se producían después de misa en el
pórtico. Mientras tanto, los niños nos dedicábamos a otras actividades:
1. Corretear entre los
corrillos esquivando a los contertulios hasta que nos chocábamos contra
alguien, que nos reprendía o se acordaba de nuestra madre (sin referir
oficios).
2. Otras veces nos dedicábamos a correr alrededor
del muro de la iglesia, entrando y saliendo por las entradas del muro que
rodeaba el pórtico (haciendo un circuito). Había dos modalidades: contrarreloj
(sin cronómetro: un niño iba contando a ritmo de segundero) y persecución (un rapaz
a pillar al otro). Pero todo deporte tiene su riesgo y aquí era habitual que
acabáramos metiendo la pata en el calce, si nos pasábamos de frenada al salir
por el hueco del muro que daba a calle de Nati. Y muchas veces acabamos con algún
rasponazo que no se curara con un poco de agua del calce o aplicando saliva
propia, y, en rara ocasión, un poco de mercromina. Bueno, una vez me acuerdo que
a mi hermano, el mayor, le tuvo que llevar Pepe “Ruscos”, en su Vespa, al
médico por que se abrió la cabeza.
3. Otra aventura era
subir al muro, metiendo la punta de los pies entre las piedras (nadie te
ayudaba, cada uno tenía que arreglárselas). Una vez que conseguías subir y
ponerte de pie, empezabas a caminar lentamente por esas alturas (con mucho
miedo a caerte) pero cuando ibas cogiendo confianza comenzabas a correr por
encima de las losas, hacías la esquina derrapando y acababas saltando las entradas
como un atleta. Aunque esto parezca algo sencillo y rápido era una meta que se
lograba en varios años ya que los primeros intentos de escalar el muro se
producía a los 3 o 4 y hasta los 7 u 8 no traspasabas las entradas
sobradamente. La entrada principal era muy delicada ya que tenía las piedras
redondeadas y un error de cálculo al saltar conllevaba un elevado peligro para
ciertas partes muy delicadas, en caso de un resbalón lateral.
4. Pero la mayor hazaña consistía en coronar el
campanario y también se empleaban varios años, excepto cuando te llevaba de la
mano un adulto. Esta proeza se desarrollaba en tres etapas: en la primera
debías ascender (si eras pequeño “a gatas” y luego erguido) las piedras más
grandes, situadas hasta que hace esquina.
El segundo tramo te llevaba a superar el tejado y comprendía las
escaleras de piedras más pequeñas que enlazaban con la escalinata de madera, al
final; este tramo era el más peligroso por el canguelo que ibas acumulando y
por estar deteriorado a propósito por nuestros mayores (no lo arreglaban) pues
pensaban que así no subiríamos; no se daban cuenta que era cuestión de tiempo y
un reto a nuestra intrepidez. Desde el campanario se disfrutaban de sensaciones
únicas para un niño: la altura del suelo (distinta a que si ves el pueblo desde
el Hoyo de la cuesta), la cercanía de las cigüeñas (especialmente cuando
“machacaban el ajo”) y cuando subía a repicar las campanas con mi padre. Ah, y
la satisfacción de llegar a la cima que se certificaba con un suave toque de
campana para que lo oyera y nos viera algún vecino, el cual certificaría hecho;
aunque luego se chivara a tus padres y te supusiera un correctivo.
Aunque el agua haya borrado nuestro entorno, nos
queda la nueva iglesia como testimonio de nuestras vivencias y nos trae
recuerdos inolvidables para quienes tuvimos el privilegio de coincidir en este
lugar durante un tiempo que, ojalá, hubiera sido más duradero.
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